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Palabras que se hacen cuerpo

Difícil que haya cuerpo sin palabra. Tanto como que haya palabra sin cuerpo.Con algo –o no tanto– de verdad de Perogrullo, esta idea me rondó varias veces durante el fin de semana. Cue...

Palabras que se hacen cuerpo

Difícil que haya cuerpo sin palabra. Tanto como que haya palabra sin cuerpo.Con algo –o no tanto– de verdad de Perogrullo, esta idea me rondó varias veces durante el fin de semana. Cue...

Difícil que haya cuerpo sin palabra. Tanto como que haya palabra sin cuerpo.

Con algo –o no tanto– de verdad de Perogrullo, esta idea me rondó varias veces durante el fin de semana. Cuerpo hecho palabras, palabras hechas cuerpo: en una obra de teatro y en una exposición incluida en la enorme BienalSur que impulsa la Universidad Nacional de Tres de Febrero, me encontré con mucho de eso.

Empiezo por la singular maravilla que logran la actriz Vanesa Maja y el director Juan Parodi (junto con los encargados de la música, la escenografía, la iluminación y el diseño) en rosa brillando. Una invocación a la poética de Marosa. La obra, que ya va por su sexta temporada, se presenta en El Excéntrico de la 18°, y es sustanciosa en todo el sentido del término.

Basada en la exuberante escritura de la uruguaya Marosa Di Giorgio (Salto, 1932-Montevideo, 2004), la obra tiene carnadura, huele –literalmente– a frutas y a flores, transporta a los espectadores a un universo sinuoso, palpable, sutil, hecho de luces, sombras, sugerencia.

Se acerca, nos observa y asegura que no quisiera morir solo por no dejar de ver, cada noche, la Luna

Tanto hablar de tecnología y la magia sigue siendo esto: una voz –y qué voz, la de Di Giorgio– encarnada. Un retroproyector que la “recitatriz” manipula con precisión; ella habla, y al fondo de la sala navegan las sombras de unas hojas, algún fruto, un tul. Ella sigue hablando –“Bajó una mariposa a un lugar oscuro; al parecer, de hermosos colores; no se distinguía bien”– y coloca bajo el haz de luz un recipiente de vidrio algo esmerilado: ahora el espacio de teñirá de un resplandor como de extraño crepúsculo y la actriz se fundirá en esa reverberancia –realmente ocurre ante nuestros los ojos– como Marosa lo hacía con cada una de sus ensoñaciones.

“Ellos tenían siempre la cosecha más roja, la uva centelleante”, escuchamos decir, entre el perfume de un mango morosamente degustado. La “recitatriz” sigue con su relato y cuenta que “había nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto,que fueron la desesperación de todos los que vivimos juntos en aquel tiempo”. Luego, cerca del final de la obra, acerca un cuenco con agua al retroproyector, logra que la imagen proyectada sea la de una delicadísima esfera y la mira, se acerca, nos observa y asegura que no quisiera morir solo por no dejar de ver, cada noche, a la Luna.

Si leer a Marosa es una experiencia de por sí sensual (“Mi alma es un vampiro grueso, granate, aterciopelado. Se alimenta de muchas especies y de sólo una. Las busca en la noche, la encuentra, y se la bebe, gota a gota, rubí por rubí”), en rosa brillando, esa sensualidad se reformula y se comparte con la delicadeza de un pequeño ritual.

Con una exuberancia distinta, concentrada y pasada por el tamiz de lo conceptual, la búsqueda de un palabra corpórea asoma también en Lenguaviaje: la despoesía de Augusto de Campos, muestra que, con la curaduría de Gonzalo Aguilar, se presenta en el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori. Parte del movimiento Poesía Concreta en el Brasil de los años cincuenta y cercano al Tropicalismo, Augusto de Campos (São Paulo, 1931) le “dio cuerpo” a su escritura, la sacó tanto del formato del verso como de la materialidad del papel, y la llevó al video, a la música, al diseño.

La muestra del Sívori abre una ventana a un universo con múltiples facetas, de alguien que hizo de la búsqueda su gran motor. Y al que quizás conozcamos más de lo que pensamos: las palabras –y el influjo– de De Campos están en más de una canción de Adriana Calcanhotto, Arnaldo Antunes, Caetano Veloso. Y sus poemas son algo así como un campo de juegos a cielo abierto: el poeta juega con los sonidos,las formas, los materiales. Trabaja la palabra como se trabaja la arcilla sin olvidar, jamás, imprimirle sentido. Como se lee en el texto curatorial, es “un poeta de la cabeza y del corazón, del papel y de la piel, de la memoria y del amor”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/palabras-que-se-hacen-cuerpo-nid16092025/

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