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Para Javi, un cielo grande y esplendoroso

La culpa es del cretino de Edward Murphy, el ingeniero aeroespacial yanqui que, en el colmo de la mala onda, promulgó la ley más pesimista de la historia: “Si algo puede salir mal, saldrá mal...

Para Javi, un cielo grande y esplendoroso

La culpa es del cretino de Edward Murphy, el ingeniero aeroespacial yanqui que, en el colmo de la mala onda, promulgó la ley más pesimista de la historia: “Si algo puede salir mal, saldrá mal...

La culpa es del cretino de Edward Murphy, el ingeniero aeroespacial yanqui que, en el colmo de la mala onda, promulgó la ley más pesimista de la historia: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”. Lo peor es que este amargueti tenía razón. Me está pasando. Desde que a Javi se le ocurrió la genialidad de poner su suerte y la del país en manos de Trump, dejé de atender lo que hace o dice Javi: solo me intereso en Trump. Un horror. Mi mercado periodístico es la Argentina, no el imperio. Pero si algo puede salir mal… Y así estoy, siguiendo como un enajenado las noticias que llegan de Washington. Cuando me despierto, no leo LA NACION y Clarín, sino el New York Times y el Washington Post. Incluso me he hecho un adicto a whitehouse.gov, la página oficial que publica actualizaciones en tiempo real de las actividades del presidente. La causa de esta obsesión resulta bastante obvia: la verdad es que no nos está sosteniendo Estados Unidos, no es una política de Estado consensuada con los demócratas: ¡es un berretín de Trump! Somos una apuesta de él solito o, si querés, de él y Bessent, el jefe del Tesoro. ¿Me siguen? Le pasa algo al amigo Donald y somos boleta. Ni me animo a pensarlo. Por eso el miércoles leí con pasmo la nota del Times en que se pone en duda si el hombre está… a ver, si está bien. El artículo no especula con que no tenga todos los soldaditos en fila –si lo hiciera, muero bien muerto–, sino que repara en ciertos deslices y cierta falta de energía, como haberse quedado dormido durante una importante reunión en el Salón Oval. Aborda la cuestión en términos impiadosos: “Su batería muestra signos de desgaste”; “los párpados de Trump se cerraron casi por completo, y pareció dormitar intermitentemente durante varios segundos”. Donald, please, nunca más. Abra los ojitos: lo necesitamos despierto y con todas las pilas, al salto por un bizcocho. Donald apenas tiene 79 años y está hecho un pibe. Donald, se me quiebra la voz: ¡no nos deje!

No nos deje a la deriva, quiero decir. Usted parpadea y acá el país queda en tinieblas. Tose y el temblor revienta la escala de Richter. Se duerme y vamos directamente a concurso de acreedores.

Gracias a Dios, muy rápido vino la réplica al libelo del Times y a una de sus autoras, Katie Rogers, corresponsal en la Casa Blanca. Trump la puso en su lugar con argumentos que encontré muy razonables: dijo que escribe esas cosas “porque es fea, tanto por dentro como por fuera”.

Obvio que esta chica, ensobrada, pautera, mentirosa, burra y zurda, además de poco agraciada, no se dirige a sus lectores habituales: está llamando a los argentinos a poner las barbas en remojo. Como que nos advierte: ustedes, muy confiados en Trump, un tipo que no concilia el sueño de noche y ronca de día mientras intenta resolver la guerra en Ucrania. La nota de Katie señala algo más: el presidente ha reducido drásticamente horas de trabajo y actividades, lo que abonaría la hipótesis de pérdida de energía. Tiendo a pensar lo contrario: él, feliz de la vida con haber agregado el “caso argentino” a su agenda. Vive pendiente del blue, del riesgo país y del riesgo Javi, por si considera necesario aplicar correctivos. Tal cual se comprometió en su último encuentro, el Pelu lo mantiene informado. “Donald –le avisa por WhatsApp–, acá va el diario de hoy”.

Ese diario es un canto a la vida. La ley de Milei: “Si algo puede salir mal, que no se entere Trump”. El relato, en llamas: suben las reservas, llegan inversiones, crecemos a un ritmo de vértigo, el consumo es una fiesta, ya no cierran más empresas, y las que cerraron, vuelven a abrir. ¿Guerra cultural? Terminó, por falta de contrincantes.

Alguno podría aducir que son mentiras de patas cortísimas, a tiro de una desmentida del nuevo embajador de EE.UU., Peter Lamelas. Cuánta inocencia en ese reparo. Lamelas forma parte de la movida: el Departamento de Estado es el primero en querer que Trump se ocupe de las cosas importantes, no de la Argentina libertaria. Se quejan: no resiste más esa ecuación de darles 10 minutos a Putin, 10 a Zelensky y 10 a Milei.

Puro mérito del Pelu. Aun concediendo –por deporte, no porque corresponda– que hubiese cometido infinidad de torpezas desde el primer día, el solo hecho de haberse ganado a Trump y al Tesoro ya justifica su existencia. Corre el año 2070. “¿Sus credenciales, señor Javier?”, lo atajan en las puertas del cielo. “Cumplí mi promesa electoral: dolaricé el país. Pasamos a vivir de los dólares que puso Estados Unidos”. Para celebrar su ingreso, repiquetean al viento las campanas.

A Chiqui Tapia puede esperarlo el mismo destino, pero tiene que remarla. Porque si la Brujita Verón gestiona a Estudiantes referenciándose en la economía del conocimiento y en emprendedores tipo Galperin o Migoya, al Chiqui lo inspiran Néstor y Cristina. Año 2072. “¿Sus credenciales, señor Verón?”. Pide una pelota, hace magia, tira caños y rabonas, la cuelga de un ángulo. Nada: cero reacción. Entonces dice: “En noviembre de 2025 me sancionó la AFA de Tapia”. Legiones de ángeles salen a recibirlo.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/para-javi-un-cielo-grande-y-esplendoroso-nid28112025/

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