Para la UCA, la pobreza llegó a 49,9% en el tercer trimestre y afecta a 23,2 millones de argentinos
La fuerza del ajuste no golpeó de igual modo a las cuentas públicas que al tejido social. De hecho, gracias a la baja de la inflación, y pese a un salto inicial y niveles aún muy elevados, la p...
La fuerza del ajuste no golpeó de igual modo a las cuentas públicas que al tejido social. De hecho, gracias a la baja de la inflación, y pese a un salto inicial y niveles aún muy elevados, la pobreza tiene a decrecer en la Argentina. Esa es la principal conclusión que elaboraron los especialistas de la Universidad Católica Argentina (UCA) al medir la tasa de pobreza durante el año inaugural de Javier Milei como presidente. De hecho, proyectan que la gestión libertaria finalizará 2024 con un número similar al que recibió del Frente de Todos, en una suerte de recuperación post motosierra.
Según cifras de la UCA, la pobreza alcanzó un 49,9% en el tercer trimestre de este año y afectó a 23,2 millones de argentinos en todo el país (los indigentes son 6 millones). La casa de estudios proyectó que ya habría descendido a 44,6% a fines de octubre pasado y el director del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA), Agustín Salvia, consideró que a fin de año rondará cerca del 41,7% registrado por el Indec en el segundo semestre de 2023. “Es de esperar que baje”, analizó Salvia, explicando que esa sería tendencia si la inflación se desacelera y el desempleo no sube.
Luego de la devaluación y del shock inicial, en el primer trimestre del año, el indicador elaborado por la Encuesta de Hogares del Indec (EPH) trepó hasta 54,9%. En el segundo trimestre bajó a 51% y en el tercero habría caído a 46,8% (la UCA lo ve tres puntos arriba). El último dato oficial del Indec fue de 52,9% para el primer semestre.
Esta progresiva mejora estuvo acompañada de una baja de la inflación, que en diciembre había marcado 25,5%; en marzo, 11%; en junio, 4,6%; en septiembre, 3,5% y en octubre, 2,7%, según las mediciones oficiales que registra el Indec. En paralelo, el desempleo se mantuvo estable, de acuerdo con los números propios de la UCA. En 2024 se ubica en 8,9%, apenas por debajo del 9,1% de 2021 y unas décimas arriba del 8,7% de 2022 o del 8,8% del año pasado.
Más allá del camino descendente desde el segundo trimestre de 2024, el número de pobreza sigue alto. Para encontrar un dato peor al 44,6% hay que retrotraerse a 2005, cuando el relevamiento de la UCA, en base a la EPH, marcó 47%. Estas cifras, para Salvia, “no son comparables con lo peor de la crisis del 2001 o 2002, sino con 2003, 2004 o 2005″.
La foto presente tiene un rasgo particular, según el director del ODSA: “Hay un efecto estadístico por la baja de la inflación, pero no necesariamente se siente en los bolsillos”. Entonces, con el objetivo de entender esta paradoja, el estudio de la UCA contabilizó qué pasa a nivel gastos de los hogares, qué cosas pueden pagar los argentinos, cuáles no, y cuánto pudieron ahorrar en estos últimos meses.
El 31% de los hogares encuestados respondió que recortó gastos en atención médica; el 29,4%, en la compra de medicamentos; el 27,1% admitió que no pudo pagar alguno de los servicios públicos, tales como gas, luz y agua, y el 29,9% no pagó alguna tasa o impuesto. Todos estos indicadores, herederos del “no llego a fin de mes”, empeoraron entre dos y seis puntos porcentuales en la comparación con el mismo período de 2023.
Esto ocurrió mientras el empleo pleno disminuyó, ya que pasó de 40,4% a 39,7%, y el trabajo precario aumentó, dado que saltó de un 26,5% en 2023 a un 27,8% este año. Esto redunda en mayor informalidad y menos garantías para tener un ingreso mensual digno. La inseguridad alimentaria es otro indicador que mostró un retroceso en la Argentina. En 2024, uno de cada cuatro hogares no tiene todas comidas diarias aseguradas, mientras que en 2023 la proporción era uno de cada cinco. Incluso, al poner la lupa sobre este número se puede observar que la “inseguridad alimentaria severa”, traducida por Salvia como “hambre frecuente”, registró 12,5% este año, mientras que el pasado era 11,8%.
Al considerar estas variables, la UCA procesó su índice de pobreza multidimensional, que considera otras necesidades básicas, además de los ingresos. En 2024 este indicador trepó a 49,9%. Y en los menores de edad afecta al 65,5%.
“Habrá un efecto muy grande sobre el capital humano de la sociedad dentro de 15 años”, advirtió Salvia sobre el indicador de pobreza infantil. Según la UCA, tiene un piso estructural de 38%, con 45% de los niños que reciben algún tipo de asistencia del Estado.
A propósito del impacto de la asistencia social, sin la Asignación Universal por Hijo (AUH) u otros programas de apoyo económico oficiales, la pobreza hubiera sido 5,5 puntos porcentuales mayor, de acuerdo con la proyección de la UCA. De hecho, en 2024 creció la proporción de hogares asistidos. En 2023, el 35,9% recibía una ayuda y este año, 36,3%.
Pero pese a su efecto “amortizador”, para Salvia, “no toda la ayuda llega a todos los que la necesitan”. ¿Por qué? Porque dentro del universo de hogares afectados por la “inseguridad alimentaria severa”, es decir, que padecen hambre frecuentemente, el 24,9% de ellos no recibe ningún tipo de asistencia ni transferencia de ingresos, mientras que el 24,6% de los hogares, a los que no les falta la comida, es receptor de algún plan.
“Los efectos (sociales) no son de la proporción de las medidas del ajuste”, determinó el director del ODSA. Incluso, habló de este momento que atraviesa la gestión de Milei como una “transición” entre “una burbuja de consumo” y un modelo económico diferente. Por eso, todos estos números, que algunos años muestran mejoras y otros empeoran, nunca terminaron de consolidar un progreso consolidado. En 2012, 2013 y 2017 se registraron cifras que por pocas décimas no quebraron el 25%. En 11 de los últimos 20 años estuvieron marcados por índices de pobreza superiores al 35%.
En consecuencia, Salvia enmarcó a las últimas dos décadas como la crisis del “régimen de post convertibilidad”. Ahora, el primer informe de la UCA sobre el año inaugural de la gestión libertaria se llamó “Fin de ciclo y futuro abierto”.