“Pasos en la noche (2025)“: la potencia del Ballet del San Martín sostiene una propuesta sumamente endeble
Coreografía y dirección: Lisi Estaras. Música original: Gabriel Chwojnik en base a temas de Eduardo Rovira interpretados por Sónico. Diseño de escenografía: Kirka Marull. Diseño de vestuario...
Coreografía y dirección: Lisi Estaras. Música original: Gabriel Chwojnik en base a temas de Eduardo Rovira interpretados por Sónico. Diseño de escenografía: Kirka Marull. Diseño de vestuario: Belén Parra. Diseño de iluminación: Adrián Grimozzi. Dramaturgistas: Victoria Roland y Sara Vanderieck. Por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. Dirección: Andrea Chinetti y Diego Poblete. Sala: Teatro Coliseo. Funciones: jueves, viernes , sábado y domingo; y el próximo jueves 11 y viernes12, a las 20. Duración: 70 minutos.
Nuestra opinión: buena
Pasos en la noche (2050) es el nuevo título del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, dirigido por Andrea Chinetti y Diego Poblete. La propuesta oficia de homenaje al compositor argentino Eduardo Rovira, un vanguardista del tango nacido hace 100 años. Apelando a composiciones suyas interpretadas por el grupo belga Sónico, el compositor Gabriel Chwojnik -el mismo que se encargó de la música de la película Historias extraordinarias, actualmente en cartel- hilvana las piezas de la suite de Rovira articulándolas con creaciones propias.
La dirección y coreografía de este título estrenado anoche es de la cordobesa, radicada en Bruselas, Lisi Estaras, quien a los 19 años abandonó su provincia rumbo al Hemisferio Norte. A lo largo de su trayectoria, Estaras terminó formando parte de la compañía Les ballets C de la B, de Alan Platel, talentoso creador que se presentó por primera vez en Buenos Aires en el marco de la quinta edición del FIBA con Iets op Bach, en las que estaban tanto ella como Gabriela Carrizo (otra creadora cordobesa que actualmente codirige la compañía Peeping Tom). Desde entonces, varias veces Lisi Estaras volvió a Buenos Aires para presentar montajes propios así como para el Ballet del San Martín (montó Sapiens Rabia, en 2018). Esta vez, el escenario elegido para su nueva obra es el maravilloso Teatro Coliseo.
En la primera escena de Pasos en la noche (2050), una larga fila compuesta de 24 bailarines apelan a movimientos como si estuvieran escalando una montaña. Al fondo del escenario se despliega un telón con la imagen de una roca mientras, sobre el piso, se divisan otras. Uno de estos supuestos guerreros del grupo, que viene triunfante de una guerra, porta un bandera con la imagen de una piedra. Inevitablemente, la referencia al material remite a Obra del demonio, trabajo que se presentó hace tres años en el vecino Teatro Cervantes, y en la que una gran escultura de aspecto rocosa dominaba la escena. Claro que en aquel caso, la propuesta visual del artista plástico Eduardo Basualdo se transformaba en un aliado vital. Aquí, en el Coliseo, esas rocas cumplen un rol casi decorativo, que no llega a acumular sentido en esta propuesta que transcurre en un futuro distópico.
En el programa de mano la creadora hace eje en la potencia del baile en grupo (algo que se demuestra en algunos pasajes de los 70 minutos de este espectáculo). Su escrito sostiene que la misma obra interroga sobre el motivo de estar compartiendo esta experiencia con el espectador. Esa intención está reforzada con frases que aparecen proyectadas en una pantalla superior de la embocadura del escenario. Van planteando interrogantes o afirmaciones (“el futuro es hoy”, se lee en varias oportunidades) como si fueran disparadores de un ejercicio del orden de “que dé un paso al frente el que...”. Pero nada de ese trabajo dramatúrgico, salvo un acotado momento de escasa riqueza, interpela, modifica o dialoga con lo que sucede en escena.
Allí, sobre el piso del escenario del Coliseo, los verdaderos protagonistas son los 24 bailarines/perfomers del Ballet del San Martín, que dan cuerpo a esa hipnótica paleta de energías, secuencias de movimientos y potencia expresiva. Inobjetablemente son ellos los que sostienen Pasos en la noche (2025), pasando de movimientos con cierto aire de tango acrobático a secuencias de pura danza contemporánea como a tenues elementos del hip hop. En todo momento lo hacen con una fluidez y entrega admirable, en total sintonía con lo demostrado en obras anteriores. La obra se sostiene en el poderío de esos cuerpos tan diversos y sincronizados desde lo grupal que conviven con algunos solos (Lautaro Dolz y Manuela Suárez Poch tienen pasajes de un enorme lucimiento), duetos y cuartetos.
Son esas 24 fieras expresivas las que guían los pasos de esta endeble propuestas que coquetea con el cine mudo, el tango de salón, el cómic, la danza expresionista, ciertas ironías y algunos elementos del happening en un sinfín de situaciones que van perdiendo sus rumbo. Así como Lisi Estaras, seguramente, posibilitó que cada uno de los intérpretes indagara en su propios universos creativos y demuestra un aceitado manejo del grupo, es la totalidad de la propuesta la que no llega a acumular tensiones, a construir un cuerpo dramático con solidez propia, aun bajo la lógica de lo disruptivo, de lo fragmentario, de lo cambiante y de apartarse de toda pretensión de una estructura lineal.
A lo largo de la obra, los pasos de la noche imaginada por la coreógrafa se transforman en pasos perdidos que no se profundizan más allá de la magia de ese sonido de bandoneón, de esas secuencias de tango electrónico que se agradece, de algunas imágenes atractivas y del talento de los bailarines. Son ellos lo que asumen como propio que el futuro es hoy y lo defienden en el escenario con las mejores herramientas expresivas.