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Patricio Tanda, el único argentino en Ucrania, y la experiencia de vivir el fútbol en medio de la guerra

Alejandro ‘Papu’ Gómez, Marco Ruben, José Sosa, Jonathan Maidana, Sebastián y Domingo Blanco, Hernán Fredes, Osmar y Facundo Ferreyra, más atrás en el tiempo Roberto Nanni… Jugadores ar...

Patricio Tanda, el único argentino en Ucrania, y la experiencia de vivir el fútbol en medio de la guerra

Alejandro ‘Papu’ Gómez, Marco Ruben, José Sosa, Jonathan Maidana, Sebastián y Domingo Blanco, Hernán Fredes, Osmar y Facundo Ferreyra, más atrás en el tiempo Roberto Nanni… Jugadores ar...

Alejandro ‘Papu’ Gómez, Marco Ruben, José Sosa, Jonathan Maidana, Sebastián y Domingo Blanco, Hernán Fredes, Osmar y Facundo Ferreyra, más atrás en el tiempo Roberto Nanni… Jugadores argentinos ellos; algunos, retirados; otros, cerca del adiós, y todos, participantes en algún momento en la liga de Ucrania en el cuarto de siglo XXI que llevamos transcurridos. La mayoría, integrada en los cuatro clubes históricamente grandes del país: Dinamo Kiev, Shahktar Donetsk, Metalist Kharkiv y el hoy desaparecido Dnipro.

La república futbolísticamente más prolífica de la antigua Unión Soviética (URSS) se convirtió en un mercado interesante y apetecible para jóvenes y no tan jóvenes movidos por el afán de mostrarse en una vidriera observada con atención por los clubes líderes de Europa, y hasta codearse de igual a igual con ellos en las competencias continentales. Hasta que, en febrero de 2022, el ejército ruso invadió el país, estalló una guerra que ya lleva más de tres interminables años, y todo cambió de la noche a la mañana. A la estampida inicial siguieron el ostracismo, los temores, las miradas recelosas... El fútbol se vio obligado a parar la pelota, y cuando esta volvió a rodar ya nada fue igual: los equipos ucranianos dejaron de llegar a las instancias finales de las copas europeas, la selección perdió su categoría de rival difícil y los extranjeros de mayor renombre dijeron “adiós”.

“Sí, actualmente soy el único argentino de la liga. Firmé en enero, en préstamo por un año, con opción de compra, y la verdad es que estoy muy bien, muy cómodo y contento. Es un lindo ambiente de trabajo y me siento querido”, confirma el dato Patricio Tanda, de 23 años, volante central de Racing de último paso por Unión, de Santa Fe, que se animó a sacudirse los miedos, enfundarse la camiseta verde de Karpaty y retomar aquel camino que había quedado interrumpido.

–Sinceramente, nos sorprendimos mucho cuando llegó la oferta. Pero con Sergio Lami, mi representante, me puse en campaña para buscar información. Hablamos con gente de la embajada argentina allá para conocer la situación real, cómo se vivía, en qué momento estaba la guerra; incluso pedí hablar con un chico español y jugadores brasileños que están en el equipo para que me contasen cómo era todo, y al final tomamos la decisión de venir.

–¿Qué te dijeron en la embajada?

–Fueron sinceros. Que la situación es de guerra, pero que Lviv, la ciudad donde está en mi club, es la más tranquila de toda Ucrania porque está al oeste, a una hora de la frontera con Polonia, lejos de la zona de conflicto, y se vive todo muy distinto. De hecho, muchísima gente del resto del país se mudó acá porque es uno de los lugares más seguros.

–Es fácil imaginar la reacción de tus familiares cuando les dijiste adónde te ibas.

–Se preocuparon, claro, pero también estaban preocupados por cómo iba a seguir mi carrera, porque había terminado mi préstamo en Unión, y en Racing ya me habían dicho que iban a cederme otra vez. Por suerte, mis padres consiguieron hablar directamente con la embajadora y ella los tranquilizó, les dijo que si finalmente se hacía el pase, iban a estar atentos a mí en todo momento. Además, una persona de Karpaty que estaba en Brasil fue unos días a Buenos Aires y entonces terminamos de despejar todas las dudas.

–Pasaste por Ferro, Racing y Unión. ¿Por qué te costó afirmarte en el fútbol argentino?

–En Ferro era muy joven y no me tocó jugar mucho. Cuando volví a Racing decidí quedarme a pelearla, a ver si existía alguna posibilidad. Ahí tuve la suerte de cruzarme con Sebastián Grazzini, que me potenció mucho, me ayudó mucho a crecer y a formarme en el puesto y me dio la confianza que necesitaba para sentirme bien y jugar como lo hice en la reserva. Entonces se dio mi llegada a Unión y gracias a Kily González sumé partidos y minutos, algo que suele ser difícil para un jugador joven que sale de Racing en préstamo. Pero cuando volví al club me comunicaron que no iba a quedarme, e intenté tomarlo de la mejor manera. La carrera de un futbolista no se acaba por no jugar en un equipo determinado, y además ya tenía la oferta de Karpaty sobre la mesa.

–¿Lo que encontraste allá se parece a lo que te habían contado?

–La verdad es que sí. El club es muy lindo, con instalaciones de primer nivel, y la ciudad es hermosa, con muchas calles empedradas en el centro y una mayoría de edificios viejos realmente pintorescos. Y en cuanto al día a día, la vida continúa con bastante normalidad.

–Cuesta imaginar que sea así.

–Se nota que, lamentablemente, después de tanto tiempo tuvieron que normalizar algo que no está bueno, pero entendieron que deben seguir adelante. La gente necesita trabajar y las familias tienen que comer. Acá, en Lviv, suena una alarma y la gente sigue caminando muy tranquila. Me pareció loco cuando llegué, pero con el tiempo fui acostumbrándome.

–¿Suenan muy seguido?

–Todos tenemos una aplicación en el teléfono que miramos cuando escuchamos el sonido. Si es una alarma general para todo el país, no pasa nada: dura 10 minutos y se acaba. Un día sonó cuando estaba dentro de un shopping con mi pareja y mi suegra. Nos hicieron salir por precaución, porque no puede haber muchas personas acumuladas en un mismo lugar, y en la calle la gente caminaba como si no pasara nada. Ahora, si suena una alarma que se focaliza en la ciudad, eso ya es distinto y hay que tomar otras precauciones, porque significa que detectaron que puede llegar algo a Lviv. Pero es muy difícil que pase; estamos lejos de la frontera con Rusia, un misil tendría que cruzar toda Ucrania y existen muchos detectores que controlan que eso no pase.

–¿Tu pareja y tu suegra viven con vos allá?

–No, estaban de visita. Decidimos que viniera solo en este primer año. Ahora estoy esperando, a ver si pueden viajar mis padres. Por ahora vamos manejándolo así.

Fútbol en tiempos de guerra

Los conflictos bélicos son incompatibles con el fútbol y ningún continente lo sabe más que Europa. Así como entre 1914 y 1919, la Primera Guerra Mundial interrumpió la actividad en los países envueltos en la contienda que ya tenían torneos locales organizados, la parálisis fue aun más notoria entre 1939 y 1945, durante la Segunda. Y lo mismo ocurrió a medida que fue extendiéndose la confrontación entre los países que integraban Yugoslavia en los años noventas. Ucrania no podía ser una excepción. La invasión rusa obligó a cancelar la temporada 2021-2022, y desde entonces nada fue como antes. La adaptación ha sido dificultosa y la situación puede generar impensados momentos de tensión.

–Un día estaba jugando en la ciudad de Poltava, A los 15 o 20 minutos del primer tiempo sonó la alarma que avisa la posibilidad de ataque aéreo o por misiles y tuvimos que irnos a los vestuarios, que estaban debajo de la tribuna.

–¿Te asustaste?

–No, porque ni me di cuenta. Estaba tan metido en el juego que no escuché nada. La pelota se fue por un lateral, el árbitro paró el partido, vino el traductor del club y nos dijo que todo el país estaba en alarma. Estuvimos unos 10 minutos en el vestuario hasta que la alarma dejó de sonar, volvimos y pudimos jugar hasta el final sin problemas. Fue la única vez que me pasó.

–¿Y adónde fue la gente que estaba en las tribunas?

–Sinceramente, no lo sé. Hay muchas restricciones para que los hinchas vayan a las canchas. La cantidad depende de la capacidad que tiene el búnker más cercano, que generalmente está bajo tierra o debajo de las tribunas. En nuestro estadio, que se llama “Ukraina”, entran 28.000 personas, pero pueden ir apenas 6000 o 7000 por partido.

–Habrá lugares, como Donetsk, donde no se podrá ir a jugar.

–No, claro. En el semestre pasado, por ejemplo, Shahktar hizo de local acá, en el Arena Lviv; Zorya, que es de Lugansk, otra zona de guerra, jugaba en la cancha de Dinamo y ahora lo hace en una ciudad que se llama “Zaporiyia”; en el campeonato anterior, contra Inhulets, de Petrove, jugamos en Oleksandriya.

–¿Cómo se trasladan por el país?

–En tren o micro. Los vuelos están prohibidos, por seguridad. Por ejemplo, a Kiev solemos ir en tren; son unas 6 o 7 horas de viaje. Si el partido es el sábado, salimos el jueves de madrugada, llegamos el viernes a las 7 o las 8 de la mañana y vamos al hotel, que está justo al lado de la casa del presidente Zelensky. Estamos ahí todo ese día, jugamos y volvemos.

–En esos trayectos o en las ciudades, ¿son visibles las consecuencias de los bombardeos o algo que indique que se trata de un país en guerra?

–Muy poco. En Kiev pusieron tanques rusos explotados como exhibición. Los trajeron del campo de batalla y los muestran como a trofeos en la plaza central. Y una vez que fuimos en micro, pude ver unas trincheras en medio del campo. Pero ni edificios destruidos ni nada más. No había por donde pasamos o no me di cuenta.

–¿Los hinchas mantienen el interés por el fútbol?

–Sí, creo que les sirve como distracción, para salir un poco de todo lo que viven de manera cotidiana. Hace algunas semanas nos mostraron un video de los soldados en el frente, en el cual veían nuestro partido contra Shahktar. A veces nos visitan los jefes de brigada, nos traen de regalo banderas o parches de su brigada y nos cuentan que miran los partidos en la trinchera o tratan de seguir nuestros resultados. Es muy loco todo eso. Nosotros, en la cancha, jugamos un poco para transmitirles fuerzas a ellos y darles una alegría a los hinchas.

–¿Hablás de esto con tus compañeros ucranianos?

–Se hace un poco difícil por una cuestión de idioma, y también por respeto. Los que somos extranjeros no queremos meternos mucho en el asunto, por temor a pasar un límite o hacerlos sentirse incómodos. Así que por lo general no hablamos.

Un fútbol de capa caída

Ucrania se había ocupado de mostrar que su fútbol ocupaba un lugar de privilegio ya en tiempos de la Unión Soviética. Por una simple cuestión de tamaño y profusión de clubes, Rusia fue la república que acaparó más campeonatos, pero de manera individual, ninguno ganó más que Dinamo Kiev, 13 veces campeón local y primer club de la URSS en conseguir un trofeo continental: ganó en 1975 la Recopa que disputaban los campeones de copa de cada país. Y repetiría en 1986.

Su estrella, Oleg Blokhin, fue posiblemente la máxima figura en la historia de la URSS si se habla de jugadores de campo (el arquero Lev Yashin, “la Araña Negra”, es un capítulo aparte). Igor Belanov, Alexei Mikhailychenko, Alexander Zavarov y Oleg Kuznetsov enseñaron su clase en las muy buenas selecciones soviéticas que protagonizaron los mundiales Inglaterra 1966 (semifinalistas), México 1970, España 1982, México 1986 e Italia 1990, y que en todos los casos se vieron perjudicadas por actuaciones arbitrales. Y el ucraniano Valery Lobanovski estuvo, sin dudas, entre los mejores entrenadores europeos de esas épocas, tanto que UEFA y FIFA lo galardonaron con sendas Orden de Mérito. Incluso en este siglo, y tras la independencia del país, Shahktar Donetsk fue campeón en la última disputa de la Copa UEFA (hoy, Europa League), en 2009, y Dnipro perdió por 3-2 la final del mismo torneo ante Sevilla en 2015. La invasión rusa de 2022 cortó de raíz la progresión.

–Es verdad que antes había extranjeros que elegían venir a Ucrania aunque podían estar en cualquier otro equipo de Europa. Pero todavía hoy se ve mucha calidad y muy buenos jugadores. Me tocó enfrentarme dos veces con Shahktar y los partidos fueron durísimos. Juega a uno o dos toques, tira paredes, busca los espacios... Le empatamos las dos veces pero tuvimos que correr muchísimo. En general es una liga muy física, bastante áspera, de muchos choques.

–¿Más que la argentina?

–Son similares en cuanto a los choques y distintas en lo táctico. En la nuestra hay un poco más de tenencia de la pelota, se trata de moverla de lado a lado. Acá es ataque, defensa, ataque, defensa, pelota al espacio y contraataque, y muy táctica para los que jugamos de volante central. Tenemos que estar muy atentos a las coberturas, a tapar los lugares exactos, porque si no lo hacemos bien, perjudicamos todo el sistema defensivo. Y a esto hay que agregar la cuestión física. Los ucranianos son genéticamente muy fuertes, y si no estoy como ellos para chocar o no tengo fuertes los brazos para que no me muevan, las cosas se complican. En el partido contra Shahktar tuve que marcar a Sudakov, que acaba de irse a Benfica y es la última figura del fútbol ucraniano, y es una roca, durísimo.

–¿Tuviste que hacer trabajo especial de gimnasio?

–Sí, sí, se trabaja mucho ese aspecto. Las pretemporadas son muy fuertes. Este año tuvimos un mes y doce días de pretemporada; dos semanas en Ucrania y después, Austria. Son largas y muy intensas, de dos turnos todos los días. A mí me sirvió mucho en cuanto a fuerza y despliegue y me hizo crecer mucho en mi juego.

–¿La liga ucraniana sigue siendo una vidriera para ir a otros clubes europeos?

–Totalmente. Villarreal se llevó a nuestro arquero de la temporada pasada , Sudakov se fue a Portugal, los brasileños que están acá suelen tener ofertas de equipos importantes y hay pibes de 19 o 20 años que son auténticas bestias. Parecen mayores y eso les da opciones de fichar en alguna de las ligas grandes a las que todos aspiramos a llegar.

–Vos también, claro.

–Desde chiquito, cuando uno empieza a jugar, siempre sueña con terminar en un club de las grandes ligas de Europa. Voy paso a paso, tratando de progresar, de llevarme algo y de dejar una huella en cada equipo por el que voy pasando. Estar acá, en este mercado, ya es un plus, porque en todo el continente se juega más o menos igual. Y una vez que uno se adaptó en lo físico y en lo táctico, las posibilidades crecen.

–¿Los clubes ucranianos soportan económicamente bien la situación de guerra?

–Yo puedo hablar de Karpaty. Acá no tenemos problemas, y por ahora no escuché que los hubiera en ningún equipo. Algunos, como Dinamo y Shahktar, pagan salarios bastante altos, y te diría que la guerra los obliga a pagar incluso un poco más para que los jugadores de afuera quieran venir. Pero además, la forma de vida acá es distinta: gastamos muchísimo menos por mes y sobra dinero. En ese sentido es muy bueno.

–¿Desde ahí se ve un final cercano para la guerra?

–Es un tema delicado, muy complicado. Hay que entender que quieren sacarles parte de su territorio, pero a la vez la gente está cansada. Lo que más queremos nosotros es que termine. Por nosotros, pero sobre todo por los ucranianos. Y porque es un país muy lindo, del que no tengo ninguna queja; al contrario. Cada vez que salgo a la calle disfruto, y cuando voy a comprar algo al shopping o al centro y se dan cuenta de que soy extranjero me tratan muy bien. Se toman su tiempo para explicarme y que entienda lo que quieren decirme a pesar de hablar otro idioma. Es gente muy buena que merece vivir en paz.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/patricio-tanda-el-unico-argentino-en-ucrania-y-la-experiencia-de-vivir-el-futbol-en-medio-de-la-nid06092025/

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