Generales Escuchar artículo

Pensar es pensar fuera de esta polarización extrema

“He soñado con una derecha culta y moderada que se encontraba en el camino de la libertad y la democracia con una izquierda limpia, inteligente y sosegada”, medita Manuel Vicent, tótem de los...

Pensar es pensar fuera de esta polarización extrema

“He soñado con una derecha culta y moderada que se encontraba en el camino de la libertad y la democracia con una izquierda limpia, inteligente y sosegada”, medita Manuel Vicent, tótem de los...

“He soñado con una derecha culta y moderada que se encontraba en el camino de la libertad y la democracia con una izquierda limpia, inteligente y sosegada”, medita Manuel Vicent, tótem de los articulistas españoles y emblema de aquellos escritores progresistas: “Es inexplicable que una derecha que viene de una educación heredada –añade a continuación– se comporte en la política con un estilo tabernario, sin argumentos, solo con unos insultos de baja calaña cargados de odio cainita. ¿De dónde ha salido esta gentuza tan maleducada? ¿De dónde han salido, por otra parte, esos miserables robagallinas que han destrozado los ideales del socialismo con esa forma tan zaparrastrosa de meter la mano en la caja que da vergüenza ajena?” La reflexión, que reparte palos a diestra y siniestra, resulta muy sintomática, está embargada de perplejidad y refleja la angustia de un intelectual que fue fiel cronista de la exitosa Transición española y que no se reconoce en esta nueva democracia de extremos: cuando habla de “cainita” está hablando de Caín matando eternamente a Abel, y de una polarización fundada en el hecho de que una parte de la población, en nombre del bien supremo, debe mantenerse en el poder a cualquier costo e impedir el acceso de la otra, que representa el mal absoluto, y que por lo tanto carece de legitimidad para el juego de las alternancias. A esa trampa mortal llegamos por una grieta corregida y aumentada, que genera una enemistad abismal y ya insalvable.

En este callejón sin salida, donde nos engañamos a nosotros mismos, no solo no hay democracia ni conversación pública que la sostenga, sino que tampoco es posible pensar

Rosa Montero, otro símbolo de la democracia que hizo grande a España y de la que ahora ciertos españoles reniegan, parece conectar con Vicent al decir: “Somos unos bichos especialmente frágiles ante los sesgos cognitivos; nos enrocamos en nuestras pequeñas ideas, en la comodidad del pensamiento grupal y en los prejuicios, y no sabemos juzgar la realidad de una manera ecuánime”. Y hunde más el bisturí: “Lo de ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio siempre me pareció un refrán muy atinado que, en mayor o menor medida, nos refleja a todos. A ver, hurgad de verdad en vuestras cabecitas y, con la mano en el corazón, reconoced que cuando todos hablamos y reclamamos y exigimos tolerancia, en realidad estamos pensando en la tolerancia de los demás ante nuestras ideas; porque, por lo general, las ideas contrarias a las nuestras siguen pareciéndonos despreciables y cabreándonos mucho”. En este callejón sin salida, donde nos engañamos a nosotros mismos, no solo no hay democracia ni conversación pública que la sostenga, sino que tampoco es posible pensar. El exquisito polígrafo navarro Ramón Andrés, que pronto llegará a la Argentina, tiene un viejo aforismo que ilustra el problema: “Pensamos que pensamos, pero solo obedecemos”. Obedecemos, de modo automático, por pereza y con temor, a nuestras consignas de manada, y no podemos concebir el simple hecho de que el “enemigo” tenga alguna vez razón, porque eso pondría en jaque nuestro andamiaje psicológico y nuestra “autoridad moral”. En el cuento El otro duelo, Borges dice: “Quizás sus pobres vidas rudimentarias no poseían otro bien que su odio y por eso lo fueron acumulando. Sin sospecharlo, cada uno de los dos se convirtió en esclavo del otro”. Ese confort de trinchera ha hecho que los fanáticos de sendos bandos incentivaran la beligerancia, y que ambos demostraran en su momento la intención populista de eternizarse: Cristina Eterna y luego Milei Emperador. No hace falta siquiera que alguna vez lo consigan; basta con su afinado modus operandi –el culto a la personalidad, el divisionismo, la idea de ir por todo-, porque toda esa cultura de divinización y demonización derrama sobre las instituciones y la vida colectiva. Los que cuidamos amorosamente la democracia como si fuera una criatura valiosa y vulnerable podríamos, a continuación, elaborar un nuevo aforismo: cuando la izquierda quiere la hegemonía se lucha contra ella; cuando la derecha también lo hace, se lucha contra las dos.

No podemos concebir el simple hecho de que el “enemigo” tenga alguna vez razón, porque eso pondría en jaque nuestro andamiaje psicológico y nuestra “autoridad moral”

No estamos aludiendo aquí al cuarto oscuro, al que visitamos cada dos años y donde optamos generalmente por el mal menor, sino de mantener en el día a día la sana costumbre de la duda y la fuerte decisión de sostener nuestros valores y creencias, pero no cristalizarnos en ellas; permitirnos reflexionar fuera de la caja, renunciar al doble rasero y estar dispuestos a admitir nuestros errores y contradicciones. La política nos propone la brocha gorda y el fraseo de los lugares comunes, pero el arte está en el pincel, los matices y las ideas superadoras. Tanto la ortodoxia como la heterodoxia económica nos deben una seria autocrítica, puesto que la primera nos ha conducido al endeudamiento, el estancamiento y la destrucción de industrias, y la segunda, a la super inflación, la decadencia y el pobrismo mafioso.

La política nos propone la brocha gorda y el fraseo de los lugares comunes, pero el arte está en el pincel, los matices y las ideas superadoras

Ortodoxos y heterodoxos tienen, a su vez, economistas de gran talento, pero deberían revisar las razones por las que, a su turno, han fracasado. Ese mea culpa también tendría que extenderse a la política diaria: el gobernador bonaerense abogó por crear “nuevas canciones”, pero estas no aparecen por ningún lado, y su principal candidato no puede ni siquiera condenar el régimen siniestro de Venezuela, algo que el presidente chileno –el centroizquierdista Gabriel Boric– no tiene empacho en hacer a cada rato. Estas grietas funcionan como una silenciosa cinta transportadora: abrazados a la tribu de cada cual, personas democráticas se van deslizando hacia el extremo y un día amanecen chavistas. Otro tanto ocurre con liberales de centro que se dejan llevar por “talibanes” y hoy despiertan en la cama del Tea Party: los libertarios no son republicanos a la manera española, sino a la norteamericana, y del ala más reaccionaria: esta semana el Gordo Dan protestó incluso ante la chance de que ingresaran en el gabinete nacional “viejos demócratas” de Pro o del radicalismo que preferían a los Clinton; Obama les debe parecer un marxista leninista. La política y sus rabiosos adherentes se han corrido hacia los bordes y algunos han suplantado la sensatez por extremismos ideológicos que en otro momento los hubiesen espantado. Pensar es pensar contra esas desmesuras. Lo demás es panelismo, con perdón de los buenos panelistas. “Democráticamente no se pueden levantar muros –concluye Fernando Savater-. Todo lo que sea decir: «Nunca gobernarán los de derechas sobre los de izquierda» es exactamente lo contrario de la democracia. Ese muro que se habrá levantado en la cabeza es el muro de la antidemocracia”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/pensar-es-pensar-fuera-de-esta-polarizacion-extrema-nid18102025/

Volver arriba