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Por cuarto cónclave seguido Italia se queda sin papa: la Iglesia se sigue alejando de Roma y se vuelve más global

ROMA.– Cuando se le preguntó la semana pasada quien sería el futuro papa, un cardenal francés contestó sonriendo: “Sarà un Papa”, en italiano. Dando así a entender que el futuro pontíf...

Por cuarto cónclave seguido Italia se queda sin papa: la Iglesia se sigue alejando de Roma y se vuelve más global

ROMA.– Cuando se le preguntó la semana pasada quien sería el futuro papa, un cardenal francés contestó sonriendo: “Sarà un Papa”, en italiano. Dando así a entender que el futuro pontíf...

ROMA.– Cuando se le preguntó la semana pasada quien sería el futuro papa, un cardenal francés contestó sonriendo: “Sarà un Papa”, en italiano. Dando así a entender que el futuro pontífice saldría de las filas de la iglesia italiana. Tras tres jefes de la Iglesia católica extranjeros, la curia romana tenía grandes esperanzas de recuperar el lugar de privilegio que tuvo en la historia vaticana. Pero esta vez también se equivocó: porque el nuevo pontífice es estadounidense, reflejo del creciente peso de las Iglesias fuera del eje europeo tradicional.

Después del pontificado de Francisco, creció en efecto la atención en Pietro Parolin, Matteo Zuppi y Pierbattista Pizzaballa. Tres personalidades destacadas que permitían pensar en la posibilidad de un papa italiano, aunque no fuera demasiado probable en una iglesia cada vez más global, a pesar de que el colegio cardenalicio tiene aún un buen componente de esa nacionalidad, cerca del 15%.

Pero es verdad que la dirección en la cual se ha movido la Iglesia católica en las últimas décadas ha sido claramente la de la internacionalización y la atención a la periferia, temas centrales en el pontificado de Bergoglio.

Durante siglos de pontificado italiano, la elección de Juan Pablo II en 1978, primer papa no italiano en 455 años, marcó un cambio de paradigma. Desde entonces, se sucedieron Benedicto XVI, alemán, y Francisco, el primer papa sudamericano, y ahora Robert Prevost, de doble nacionalidad estadounidense-peruana.

Esa orientación refleja una transformación profunda de la Iglesia: mientras en Europa —y en particular en Italia— el número de fieles disminuye, la Iglesia del sur del mundo (América Latina, Africa y Asia) crece considerablemente. Y es precisamente por eso que algunos observadores temen que un papa italiano pueda marcar un retorno a una Iglesia más “romana” y menos sinodal.

Era en ese terreno que cada uno de los papabili italianos, aun teniendo grandes cualidades, presentaban puntos de debilidad.

Parolin, el diplomático más experto de la curia romana guió con mano firme la política exterior de la Santa Sede en años extremadamente complejos. Pero su perfil absolutamente curial y su escasa conexión con la dimensión pastoral concreta jugó sin duda en su contra en un cónclave dominado por una exigencia de “proximidad” y renovación de la relación entre iglesia y fieles. Algunos lo consideraron, incluso, demasiado prudente, casi excesivamente diplomático, sin una visión inspiradora comparable a la Francisco o de Juan Pablo II.

El cardenal Matteo Zuppi era mucho más fuerte que Parolin en materia pastoral y popular. Su perfil se asemejaba mucho a la línea de papa Francisco, tanto que se lo consideraba en cierto sentido “el italiano más franciscano” entre los cardenales actuales.

Pero justamente esa sintonía con Francisco pudo representar un punto débil en el cónclave. Sobre todo para aquellos cardenales que veían la necesidad de una “corrección”. O, al menos, de un reequilibrio tras años de apertura.

Ajeno al clásico ambiente curial o vaticano, Pierbattista Pizzaballa es un franciscano con un marcado perfil espiritual y diplomático, forjado a lo largo de más de tres décadas de servicio en Israel, Palestina, Siria, Jordania y el Líbano. Pero su reciente creación como cardenal en 2022 pudo haber sido percibida como una desventaja. No por una cuestión de edad, sino por su relativa distancia respecto de las redes de influencia que suelen pesar en un cónclave. A ello se suma su origen italiano que, aunque “periférico” en relación con la Roma curial, podría haber despertado cierto recelo entre muchos cardenales del sur global —y no solo allí—, donde persiste la idea de que Italia ya ha tenido demasiados papas.

Sin embargo, los grandes progresos de la Iglesia se produjeron de la mano de papas italianos. Y en ese marco es interesante detenerse en el nombre escogido por el nuevo pontífice, León XIV, que no es para nada anodino.

Para muchos expertos, León XIII fue el inspirador de la participación abierta de la iglesia en política a través de la creación de un partido (la democracia cristiana), que tuvo una incidencia crucial en la lucha contra el fascismo, en la reconstrucción económica de Italia, y en la creación del espíritu europeísta.

Esa corriente más tarde influyó la acción de Juan XXIII, que prosiguió con la inserción de la Iglesia en la era moderna a través de la reforma del Código de Derecho Canónico y el lanzamiento del Concilio Vaticano I. Su encíclica Pacem in Terris de 1963 actualiza los grandes principios sociales y políticos desarrollados casi un siglo antes por León XIII.

Esos antecedentes no solo parecen sugerir que el nuevo pontífice desarrollará una política proactiva (por no decir de combate) en favor de los católicos del sur global, sino también en la “construcción de puentes” entre ambos mundos y —como él mismo lo mencionó en su discurso inicial— en la “reevangelización” de aquellas sociedades híperdesarrolladas que poco a poco se han ido alejando de Dios. Si lo consigue, la Iglesia italiana podría volver algún día a tener un papa.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/por-cuarto-conclave-seguido-italia-se-queda-sin-papa-la-iglesia-se-sigue-alejando-de-roma-y-se-nid08052025/

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