Qué son los probióticos y qué dice la ciencia: beneficios, límites y precauciones
En los últimos años, los probióticos se han convertido en protagonistas de conversaciones sobre bienestar, ...
En los últimos años, los probióticos se han convertido en protagonistas de conversaciones sobre bienestar, alimentación y salud preventiva. Asociados con la mejora de la digestión, el fortalecimiento del sistema inmunológico e incluso con posibles efectos sobre el estado de ánimo, estos microorganismos vivos están presentes tanto en alimentos de consumo cotidiano como en suplementos nutricionales. Sin embargo, junto a su popularidad han surgido dudas: ¿realmente funcionan?, ¿todos los productos fermentados son probióticos?, ¿sus beneficios son universales o dependen de cada persona?
De acuerdo con lo que hoy confirma la ciencia, los probióticos pueden aportar beneficios concretos, pero no son soluciones milagrosas. Así lo explica la nutricionista Carolina Chevallier, gerente senior de Asuntos Científicos de Herbalife para Centro y Sudamérica, quien aclara qué se sabe con evidencia científica y qué aspectos todavía están en estudio sobre estos microorganismos.
Uno de los principales puntos de confusión es la creencia de que todo alimento fermentado contiene probióticos. La evidencia muestra que no es así. Para que un alimento sea considerado probiótico debe contener microorganismos vivos con beneficios comprobados y en una cantidad suficiente hasta el momento del consumo. En procesos como los del pan o el vino, aunque hay fermentación, las bacterias vivas no sobreviven al producto final, por lo que no pueden considerarse probióticos.
En el caso de los yogures, ocurre algo similar. Todos los yogures son alimentos fermentados elaborados con bacterias lácticas, pero no todos aportan beneficios probióticos específicos. Solo aquellos que contienen cepas probióticas vivas y activas, con efectos comprobados sobre la salud, pueden cumplir ese rol. Por eso, la recomendación es revisar la etiqueta y verificar si se especifican las cepas presentes y su cantidad, expresada como unidades formadoras de colonias (UFC). La diferencia entre un yogur común y uno con probióticos puede ser clave para el efecto esperado.
Otra creencia extendida es que cuantos más microorganismos diferentes tenga un alimento o suplemento, mejores serán sus resultados. La ciencia, sin embargo, indica que no se trata de cantidad ni de diversidad indiscriminada. Lo que realmente importa es la especificidad de cada cepa y la evidencia científica que respalda su función. Algunas cepas son eficaces para la diarrea asociada al uso de antibióticos, otras para el estreñimiento o para apoyar la inmunidad. Incluso, combinar demasiadas cepas sin respaldo científico puede reducir el efecto esperado, especialmente si los estudios no se han realizado con esa misma combinación y dosis.
Uno de los campos que despierta mayor interés es el del eje intestino-cerebro. Existen estudios prometedores que sugieren que ciertas cepas probióticas podrían influir en la producción de neurotransmisores y ayudar a reducir síntomas leves de ansiedad y depresión. No obstante, la evidencia aún no es suficiente para considerarlos un tratamiento, y su uso no reemplaza en ningún caso las terapias médicas convencionales para la salud mental.
En cuanto al sistema inmunológico, revisiones científicas indican que el uso regular de algunas cepas puede estimular la producción de células de defensa y reducir la incidencia de ciertas infecciones. Pero, nuevamente, el beneficio depende de factores específicos: la cepa utilizada, la cantidad administrada y la población estudiada, que puede variar entre lactantes, niños, adultos sanos o personas con enfermedades.
Los probióticos también han sido asociados con la recuperación de la microbiota intestinal tras el uso de antibióticos. Dado que estos medicamentos eliminan tanto bacterias dañinas como beneficiosas, el consumo de probióticos podría ayudar a acelerar la restauración del equilibrio intestinal. Sin embargo, la recomendación debe ser individualizada y contar con orientación profesional, ya que no todas las personas responden igual.
Un aspecto importante es el tiempo. Los probióticos no actúan de forma inmediata. Los efectos suelen observarse tras varias semanas de uso continuo y pueden variar significativamente entre individuos. La alimentación, el estrés y el uso de otros medicamentos influyen de manera directa en la respuesta del organismo.
Respecto al control del peso, aunque hay indicios de que la microbiota intestinal puede influir en el metabolismo, no existe consenso científico que respalde una pérdida de peso significativa atribuible a los probióticos. Los efectos observados suelen ser modestos y dependen tanto de la cepa como del plan alimentario.
n general, los probióticos son seguros para personas sanas. Sin embargo, no se recomiendan para personas inmunosuprimidas, como pacientes en tratamiento contra el cáncer, quienes usan corticoides por períodos prolongados, han recibido trasplantes o padecen enfermedades que afectan el sistema inmunológico. En estos casos, su consumo debe ser estrictamente indicado y supervisado por un profesional de la salud.
Finalmente, la evidencia coincide en que el uso de probióticos no debería hacerse sin orientación. La elección de la cepa, la dosis y el tiempo de consumo depende del objetivo y del estado clínico de cada persona. Contar con la guía de nutricionistas o médicos permite seleccionar el producto adecuado y utilizarlo de forma segura y eficaz alineando las expectativas con lo que la ciencia realmente respalda.
Por Edwin Caicedo