Un Picasso nunca exhibido en público -un retrato de Dora Maar- vuelve a ver la luz. La casa de subastas Lucien París presentó en el Hotel Drouot Busto de mujer con sombrero de flores, un óleo de 80 por 60 centímetros que el artista malagueño pintó el 11 de julio de 1943, en plena ocupación alemana. Firmado en el ángulo superior izquierdo y con fecha al dorso, el cuadro permaneció durante más de ocho décadas en una colección familiar. Fue adquirido en agosto de 1944 por su primer propietario y, desde entonces, permaneció en la misma familia, que pidió mantener el anonimato.
Hasta ahora se lo conocía únicamente por una fotografía en blanco y negro tomada en el taller del artista. Autenticado por la administración del legado Picasso, saldrá a subasta el 24 de octubre con un precio estimado de ocho millones de euros, aunque los especialistas prevén que la cifra pueda dispararse.
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“Es un retrato refrescante de Dora Maar; excepcional y lleno de emoción. Descubrirlo es un momento enorme para nosotros como expertos”, destacó Christophe Lucien, martillero de la casa parisina, al presentar la obra. La especialista en Picasso Agnès Sevestre-Barbé reforzó el carácter extraordinario del hallazgo: “Es completamente desconocido para el público y nunca fue exhibido, salvo en el estudio del maestro español”. Según consignó la casa de subastas, la pintura quedará expuesta durante tres días en París antes del remate, que se realizará el 24 de octubre en el Hotel Drouot, y se venderá en el marco de una sucesión hereditaria.
En la obra, Dora aparece con un sombrero de flores y un gesto calmo, casi introspectivo. La paleta, inusualmente luminosa para los años de ocupación, contrasta con el clima opresivo de 1943. Ese año, Picasso seguía en París y el vínculo con Maar entraba en su tramo final, antes de él la dejara por Françoise Gilot. El óleo forma parte de la serie de retratos de Dora con sombrero, pero se distingue por la viveza del color y por un dramatismo más contenido que en otras imágenes célebres, como La mujer que llora.
El interés que despierta el hallazgo se potencia porque Picasso continúa entre las figuras más codiciadas del mercado. En 2015, su Las mujeres de Argel (versión O) alcanzó US$179,4 millones y se convirtió en la más cara vendida hasta el momento, y en 2023 Mujer con reloj llegó a US$139,4 millones; le siguen Desnudo, hojas verdes y busto (US$106,5 millones, 2010) y Muchacho con pipa (US$104,1 millones, 2004), mientras que Mujer sentada junto a una ventana (Marie-Thérèse) marcó US$103,4 millones en 2021. Cada aparición de una pieza inédita con su firma se convierte, así, en un acontecimiento económico y cultural de primer orden.
Pero la noticia trasciende lo comercial porque devuelve a primer plano a Dora Maar, nacida Henriette Theodora Markovitch en 1907. Hija de un arquitecto croata, pasó su infancia y adolescencia en Buenos Aires antes de instalarse en París, donde se formó como fotógrafa y pintora, cercana al surrealismo y comprometida políticamente. Conoció a Picasso en 1936 en el café Deux Magots, en una escena que quedó como leyenda: jugaba con una navaja que se cerraba y abría sobre sus dedos. Desde entonces se convirtió en su amante, musa y colaboradora. Documentó con su cámara el proceso del Guernica, participó en los debates artísticos de la época y protagonizó algunas de las imágenes más icónicas del malagueño. Sin embargo, su obra personal quedó muchas veces eclipsada.
La relación, intensa y tormentosa, duró casi una década. Picasso la retrató en múltiples ocasiones, explorando en su rostro tanto la dulzura como la angustia. Con el final de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de su vínculo con Françoise Gilot, el pintor se alejó de Dora, que atravesó una profunda crisis personal. Se internó, fue paciente del psicoanalista Jacques Lacan y se replegó en una vida solitaria, aunque continuó pintando y escribiendo hasta su muerte en 1997. En años recientes, exposiciones y estudios críticos han buscado devolverle su lugar como creadora fundamental del siglo XX.
La reaparición de Busto de mujer con sombrero de flores no solo amplía el catálogo de Picasso: también ilumina la compleja trama de amor, colaboración y dolor entre el artista y su modelo. Pintado cuando la pareja atravesaba tensiones y en un contexto histórico dramático, el óleo ofrece una mirada íntima y quizá conciliadora.
Este hallazgo no solo rescata un capítulo esencial de la vida de Picasso, sino que devuelve a Dora Maar el protagonismo que durante años le fue negado: no solo como musa inmortalizada en el lienzo, sino como artista cuya obra y biografía el tiempo comienza a reivindicar.