“Red sólida”: la propuesta del máximo ejecutivo de Bayer para el crecimiento del campo
El agro argentino, pese a aportar más del 20% del PBI y el 60% de las exportaciones, no tiene asegurado su propio futuro si no logra coordinarse como una red y no como piezas sueltas. Así se menc...
El agro argentino, pese a aportar más del 20% del PBI y el 60% de las exportaciones, no tiene asegurado su propio futuro si no logra coordinarse como una red y no como piezas sueltas. Así se mencionó en el evento Connectagro 2025, de Bayer, donde se habló de un escenario atravesado por brechas logísticas, trabas normativas en algunos casos y una competencia que muchas veces impide colaborar.
Durante la jornada se puso en primer plano la urgencia de articular al Estado, a las empresas, a la industria y a los productores para sostener la innovación, ordenar la infraestructura y construir una narrativa común hacia la sociedad. Un panel que reunió a referentes de Barbechando, Cargill, Copal y CREA reforzó la idea de que la tecnología ya está; lo que falta es el andamiaje político, logístico e institucional para que el potencial del campo finalmente escale.
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Juan Farinati, presidente y CEO Cono Sur de Bayer, destacó que, si bien el agro es vital para la economía argentina —representando más del 20% del PBI y el 60% de las exportaciones—, estos números son solo una “foto” del presente que no garantiza el futuro. Para transformar realmente el sector, propone salir de la coyuntura de corto plazo y construir una visión estratégica que funcione como un puente hacia un país más potente, aprovechando la capacidad única que tiene el agro para federalizar la riqueza y el desarrollo.
El eje central de su propuesta es cambiar la mentalidad de “cadena agroindustrial” por la de una “red sólida”, argumentando que la cadena se cae si se corta un eslabón, mientras que la red integra y sostiene. Esta red debe unir al sector público, al privado, a los emprendedores y a las startups bajo una lógica de empatía, donde la pregunta clave deja de ser qué puede hacer cada uno por su cuenta para pasar a ser: “¿Qué puedo aportar yo con otros?”, entendiendo las problemáticas ajenas para construir un sector más vigoroso.
En este contexto, habló del concepto de “colaboración radical”, instando a los actores del mercado a colaborar incluso cuando son competidores. Farinati señaló que, actualmente, el sector compite más de lo que colabora, por lo que pierde así grandes oportunidades de generar valor conjunto. El desafío que plantea es tener la madurez necesaria para trabajar coordinadamente y permitir que el otro también construya valor, lo cual fortalece a toda la economía en su conjunto.
Subrayó que el futuro es “ahora” y llega de la mano de la acelerada adopción de la inteligencia artificial, la digitalización y el talento de las nuevas generaciones. Sin embargo, advirtió que esta evolución tecnológica debe ir acompañada de un cambio en la comunicación. Deslizó que es fundamental que el agro aprenda a “contar su propia historia” e identidad hacia el resto de la sociedad, dejando de hablar solo entre pares para evitar que sean otros quienes definan la narrativa del sector.
En el panel "Colaboración que impulsa el presente”, participaron Ángeles Naveyra, presidenta de la Fundación Barbechando; Fernando García Cozzi, presidente de Cargill Argentina; Carla Martín Bonito, presidenta de la Copal, y Germán Weiss, médico veterinario, productor y miembro CREA, quienes aportaron una mirada desde los diferentes sectores que buscan constantemente una innovación y gestión eficiente.
Naveyra subrayó la necesidad de ver al agro como una cadena integral y no solo como productores aislados y destacó que la verdadera tecnología y el desarrollo dependen de marcos legales claros, específicamente la propiedad intelectual. Se refirió a la falta de acuerdos básicos sobre este tema frena el avance científico y la ganancia de productividad en el lote. Por ello, instó a llevar la discusión al Congreso para generar políticas públicas que destraben estos temas junto con otras reformas necesarias como la tributaria y laboral, para beneficiar a la investigación y el INTA, por ejemplo.
García Cozzi vinculó la tecnología directamente con la capacidad exportadora, por lo que afirmó que la agricultura de precisión permite producir más, pero advirtió que esta innovación es inútil si la logística no acompaña. Su postura es que el sector funciona solo si al productor le va bien, y para eso es vital resolver el “sistema nervioso” de la red: la Hidrovía (profundizar el calado), los trenes y la renovación del parque automotor de maquinaria. Sin esta infraestructura, las oportunidades de sostenibilidad y certificación exigidas por mercados como Europa se pierden por ineficiencia interna.
Martín Bonito analizó cómo la innovación tecnológica, aunque masiva, hoy está dispersa y debe integrarse mediante una “economía circular”, citando ejemplos como el uso de descartes de frutas para generar energía o nuevos ingredientes. Sin embargo, alertó fuertemente sobre la carga tributaria: explicó que en alimentos y bebidas la incidencia de impuestos ronda el 40% y 50% (frente al 30% internacional), lo cual desalienta la inversión y el agregado de valor. Su visión es que se deben armonizar reformas tributarias y logísticas para dejar de perder oportunidades y absorber mejor la innovación del campo en la industria.
Weiss contrastó la inversión en tecnologías de punta, como robots de ordeñe, con la realidad de una infraestructura obsoleta de hace 50 años, y apuntó que los malos caminos rurales y costos logísticos terminan bajando el precio que recibe el productor. Respecto a las retenciones, celebró la eliminación de derechos de exportación en lácteos y carne de vaca como una señal de esperanza, pero lamentó la capacidad ociosa del 50% que tiene el país para poder crecer más. Según señaló, si la Argentina tuviera las mismas reglas que sus vecinos (Brasil o Uruguay), se sembraría hasta un 20% más, y aprovecharía el enorme potencial de provincias hoy relegadas como Formosa.