Relatos nuevos, historias que insisten
Dicen que el zarpazo de la guerra es tan feroz que las heridas que deja atraviesan generaciones. Dicen que el dolor de quienes vivieron la barbarie es tal que, hagan lo que hagan después, las huel...
Dicen que el zarpazo de la guerra es tan feroz que las heridas que deja atraviesan generaciones. Dicen que el dolor de quienes vivieron la barbarie es tal que, hagan lo que hagan después, las huellas del desastre pervivirán en hijos y nietos.
A mi alrededor –como alrededor de todos, por estos días– se habla con espanto –pero también, créase o no, con euforia–, de conflictos, masacres, misiles, ojivas nucleares, refugios antiaéreos, kits de supervivencia. A mi alrededor, todos hablan –algunos con incredulidad, otros con ironía, unos cuantos con extraña fascinación– del posible advenimiento de la Tercera Guerra Mundial. Yo, mientras tanto, leo cosas sobre la Segunda: relatos construidos por quienes no vivieron la catástrofe de mediados del siglo XX en su piel, sino en la de sus padres y abuelos.
Entre los libros que llegaron últimamente a mis manos, hay dos, muy distintos en el estilo, pero hermanados en la búsqueda.
Leo relatos construidos por quienes no vivieron la catástrofe de mediados del siglo XX en su piel, sino en la de sus padres y abuelos
Uno de ellos es Sólo vive la voz cuando escapa (Las furias), de Érica Krebs, psicoanalista y escritora que se define “más bien porteña y un poquito uruguaya”, y que construye una suerte de largo poema donde los exilios, el enigma que siempre envuelve a los ancestros y el eco de una ciudad –Berlín– que para su familia fue vida y fue muerte se entrelazan en una gran metáfora: ciertas virtudes curativas del tejido; el acto de tejer como acción que repara, sutura, construye nuevos abrigos.
El otro título, Mi padre alemán (Libros del Asteroide), del periodista madrileño Ricardo Dudda, fue finalista del II Premio de No Ficción Libros del Asteroide y tiene la fibra firme, ágil y contundente de la crónica. Tal como lo anuncia el título, Dudda se sumerge en la vida de su padre, un alemán que, poco antes de la Movida, decide que España será su lugar en el mundo y allí se radica.
El autor tira del hilo de la historia y nos cuenta que, en realidad, su padre nació en un país que ya no existe: Prusia. Tira un poco más y se asoma al tabú, al hecho sobre el que nadie jamás había interrogado nada: su abuelo, durante un tiempo alejado de la familia, había participado en acciones indescriptibles en el este de Europa. “He descubierto que mi abuelo no solo fue un policía del Tercer Reich, sino que participó en el Holocausto en Bielorrusia, Rusia, Letonia y Lituania en 1943 y 1944”, escribe Dudda, sin necesidad de poner un solo adjetivo.
A riesgo del trazo grueso, podríamos decir que el abuelo del autor de Mi padre alemán fue parte de la maquinaria que destrozó las vidas de la bisabuela y la abuela de la autora de Sólo vive la voz cuando escapa.
Sentir el temblor del hilado de la vida. Y saber que este espacio es demasiado pequeño para hacerle honor a la inmensidad de lo que cada uno de estos libros cuenta.
En un viaje a Berlín, Érica Krebs conoce a la nieta de un miembro de la SS. “Somos las nietas de la guerra./Compartir la mesa nos da paz”, escribe. Antes de descubrir el secreto de su abuelo, Dudda reconstruye la infancia de su padre. Un niño de cinco años bajo la metralla aérea de los Aliados (cómo no recordar Alemania, año cero, de Rossellini).
La atrocidad nazi suele hacer olvidar el padecimiento de los civiles alemanes durante el conflicto y en la inmediata posguerra. Mi padre alemán nos refresca la memoria: campos de refugiados donde se hacinaba la población del país derrotado, apátridas deambulando entre fronteras repentinamente modificadas, mujeres violadas por el Ejército Rojo, familias devastadas por el hambre.
“Sueño este libro en alemán,/Para que lo lea mi abuela/Úrsula/con/su/acento”, escribe Krebs. “Los pájaros cantan más por la mañana para demostrar que han sobrevivido a la noche”, apunta Dudda luego de una charla con su padre, a orillas del Mediterráneo.
Las tragedias irrumpen –parecen decirnos ambos–, pero quedan los lazos para seguir adelante.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/relatos-nuevos-historias-que-insisten-nid24062025/