Reseña: Flores de trapo en el desierto, de Paulina Vinderman
El nuevo libro de Paulina Vinderman (Buenos Aires, 1944), que se deja leer a la vez como una despedida del mundo (“un canasto lleno de pérdidas”) y una apasionada apuesta por la escritura (“...
El nuevo libro de Paulina Vinderman (Buenos Aires, 1944), que se deja leer a la vez como una despedida del mundo (“un canasto lleno de pérdidas”) y una apasionada apuesta por la escritura (“Denme otra vida y seguiré / escribiendo”), reúne treinta poemas donde la premiada autora retoma algunos núcleos de su obra para darles continuidad y ruptura, con el lenguaje como estrella y la idiosincrasia de una orfandad libre: “Me dejaste tu ausencia, / la guardé en mi cajita de tesoros / y no lloré”.
La memoria, el oficio del arte, la reflexión sobre la forma poética y la “galaxia encantada” de la infancia orbitan en Flores de trapo en el desierto junto a recreaciones del memento mori: “Vida que te vas, dame la mano” o “La muerte me escribió un correo: / aún no es tiempo, un libro más” (como si la susodicha fuera en verdad un tenaz agente literario).
A veces con “euforia helada”, con versos como “desgarramientos de invención” vueltos a zurcir en una “cárcel lírica”, Vinderman reivindica la poesía como un oasis: “Cada palabra un pozo de agua, / un duelo por la sed y el fulgor. / Un dátil para cada pena”. En el poemario hay definiciones (“La belleza es un acto”), consejos en primera persona (“Cuido los signos de puntuación como si fueran / mis gestos (lo son)”), interrogantes, postales otoñales (“En abril los árboles escriben / sus pérdidas con tinta amarilla”) y dos versos finales que solo en “la madurez de la incertidumbre” podrían experimentarse: “Dulce llanto de empatía, / dulce enorme sueño de la vida”.
Flores de trapo en el desierto
Por Paulina Vinderman
Aguacero
72 páginas, $ 18.300