Revival ochentoso: cómo fue el show de Foreigner en Buenos Aires
La nostalgia suele ser un “ejercicio de juventud”. Extemporáneo, pero de juventud. Y corren con ventaja los que atravesaron su juventud en la década del ochenta porque es el ataque ochentoso,...
La nostalgia suele ser un “ejercicio de juventud”. Extemporáneo, pero de juventud. Y corren con ventaja los que atravesaron su juventud en la década del ochenta porque es el ataque ochentoso, como algo evocativo y nostálgico, lo que persiste, curiosamente, desde hace ya, algunas décadas. Sobrevive mucho más que otros períodos de otras “juventudes”. Las radios de clásicos se centran en aquellos años y las bandas con larga trayectoria que más giran por el mundo son aquellas que pegaron sus mayores hits en aquel tiempo. Este 2025 no es excepción. Fueron varias las que pasaron por aquí en lo que va del año (y quedan todavía algunos nombres que son referencia obligada al momento de hablar de los 80). Este jueves fue el turno de Foreigner, banda británica-estadounidense nacida en los setenta que al promediar la década siguiente colgó uno de sus hits en el número uno de los charts.
Pasados 10 minutos de las 21 el público ya comenzaba a impacientarse con aplausos, para que la banda subiera al escenario. Y dos minutos después los músicos estaban allí, haciendo resonar las tuberías del diseño industrial del microestadio de Tecnópolis, con el tema “Doble vision”. Enseguida siguieron “Head Games” y dos hitazos que hicieron popular a Foreigner: “Cold as Ice” y “Waiting for a Girl Like You”, como primer lento de la noche (no porque sea verdaderamente un lento sino por la melosidad de su carácter). Tiene un motivo de teclado muy distintivo.
Aunque hubo temas de distintas épocas, la mayor parte del concierto estuvo unificada en el sonido soft metal de los ochenta, absolutamente compacto, impulsado por un grupo de músicos muy afilado. Casi sin pausas, Foreigner desplegó su lista. Lo curioso de producciones revival de este tipo es que el peso de las canciones es lo que se impone más allá de quienes las interpreten.
No hubo miembros históricos de Foreigner hasta casi el final de recital. Su fundador, Mick Jones, que cumplió 80 en diciembre pasado, no pudo emprender una gira sudamericana por problemas de salud y su cantante histórico, Lou Gramm, dejó la banda hace tiempo y en estos conciertos aparece como invitado en las últimas canciones. Solo Jeff Pilson tiene, con veinte años dentro del proyecto, una membresía especial, aunque no deja de ser un momento para una banda que va para los cincuenta años, desde que en 1977 impusieron su primer hit.
Luis Maldonado (integrante que arribó al grupo en la pospandemia) es quien que lleva la voz cantante en la mayor parte del breve pero efectivo repertorio. Hay que estar a la altura de los recuerdos y de la voz bien timbrada de Gramm que en sus años mozos descollaba con los hits de la banda. Por fortuna, en la clave rockera, Maldonado tiene un gran desempeño haciendo uso de sus propios recursos, sin buscar parecidos (definitivamente, el suyo es otro registro). Solo se le podría reprochar el hecho de que, a pesar de manejar un perfecto español, se dirigió al público en inglés.
Con el resto del grupo detrás, no le dio respiro al público que aplaudió y coreó temas como “Dirty White Boy” y en la veta hard rock más setentista, “Feels Like the First Time”. Solo hubo un golpe de timón con un expansivo solo de teclados que terminó en una escena de fiesta electrónica. Dio la sensación, especialmente con el solo de batería posterior, que se buscaba rellenar minutos debido a que el set de canciones apenas superaba la docena de títulos. Luego del egotrip de los instrumentistas, el concierto entró en su tramo final y en los bises, entonces sí, con Lou Gramm frente al micrófono, listo para encarar uno de sus clásicos, “Juke Box Heroe”.
Por supuesto que no faltó el tema por el que muchos compraron su entrada, apenas se enteraron de la venida de Foreigner la Argentina: el lentazo “I Want to Know What Love Is”. Un rápido escaneo del público daba como resultado una generación que fue adolescente o joven, para 1984, año en que se estrenó este tema. Si hubo ejercicio de nostalgia y un viaje en el tiempo hacia la juventud, muchos habrán quedado atrapados en la matiné o en la trasnoche de una discoteca, vestidos con pantalones o polleras de color blanco, bajo el profundo resplandor de una luz negra, abrazados a la mejor compañía que se había podido conseguir esa noche, y tratando de descifra el misterio de lo que era el amor en ese momento de sus vidas. O, al menos, simplemente intentando pasar la mejor noche. Foreiner ha tenido parte de la culpa.