Roberto Benigni: su espectáculo sobre San Pedro, el amor eterno y la importancia vital del papa Francisco en su historia
ROMA.- La cita es a las tres de la tarde en una “villa” del elegante barrio del Aventino, donde se encuentran su estudio cinematográfico y su casa. Nos invitan a pasar a una luminosa sala de r...
ROMA.- La cita es a las tres de la tarde en una “villa” del elegante barrio del Aventino, donde se encuentran su estudio cinematográfico y su casa. Nos invitan a pasar a una luminosa sala de reuniones en la cual, además de una mesa y sillas, hay maniquíes con trajes de mujer. Cada uno tiene una etiqueta: La vida es bella; El monstruo; Johnny Palillo…
Cuando llega, puntual y con sus movimientos de clown, Roberto Benigni, sonriente, cálido, humilde, saluda e intenta memorizar los nombres de los tres periodistas convocados. Vestido de traje gris, camisa sin corbata, sweater y zapatillas muy coloridas –“últimamente me duele un pie y tengo que usarlas”-, enseguida demuestra que es el mismo que uno ve sobre las tablas o en la pantalla. Derrama esa energía y fuerza de la naturaleza que lo han convertido en una de las máximas figuras del arte y la cultura italianas. Cuenta que entre los trajes de gran valor “amoroso” que se exhiben en la sala también está el que usó su esposa, socia y musa, Nicoletta Braschi, en la noche en la que recibieron el Oscar por La vida es bella. “Pero, aunque se ponga un trapo, Nicoletta siempre parece una princesa”, exclama.
De 73 años, Benigni acaba de presentar, el 10 de diciembre pasado, un nuevo espectáculo unipersonal que fue furor en Italia, visto por más de cuatro millones de personas en el primer canal de la RAI. Se trata de Pedro, un hombre en el viento, un increíble monólogo de dos horas sobre la figura de San Pedro, el primer apóstol, el primer papa, que el capocómico interpretó en un escenario montado en los jardines del Vaticano, a la sombra de la imponente cúpula de San Pedro.
Producido por Stand By Me y Vatican Media, es otro unipersonal en el cual ese juglar moderno llamado Benigni vuelve a desbordar talento, maestría, humor, emoción, contando como nunca nadie había hecho, la historia del pescador imperfecto que siguió a Jesús para transmitirle al mundo su mensaje revolucionario de amor.
En la entrevista, de media hora, solo podían hacerse preguntas sobre esta nueva creación que, en verdad, nació de una idea del papa Francisco, reveló Benigni. Hablando, como es su estilo, en modo catarata y con acento toscano, confesó haberse enamorado de Pedro, el primer “follower” de Jesús, aunque el más vulnerable y lleno de dudas, del que aprendió que uno puede caerse y volver a levantarse si hay amor. En la conversación también admitió que no es el mismo Benigni de la juventud porque “cambia, todo cambia”, como cantaba Mercedes Sosa. Aunque para él hay algo que jamás cambió: su amor por Nicoletta.
-¿Por qué, después de Dante, ahora un monólogo sobre Pedro?
-En realidad, lo más lindo es que no vino de mí, sino que vino de afuera. Me llegó desde el Vaticano la noticia de que había un pedido del papa Francisco. Como era el año del Jubileo, Francisco dijo que hacía falta hacer algo sobre el primer peregrino y ¿quién es el primer peregrino? ¡San Pedro! Y entonces me contaron que Francisco pensó en algo internacional y pensó “Roberto”. Me llamaba Roberto a mí, y preguntó: “¿No podría hacerlo Roberto Benigni”? Ellos enseguida me llamaron, me preguntaron: “Roberto harías algo sobre san Pedro que quiere Francisco?”… Y Francisco y Pedro juntos ¡mamma mia! ¿Cómo podía decirles que no? Y después esto fue transmitido al papa León, que enseguida también dijo que sí…
-¿Cómo preparó su texto?
-Sobre San Pedro conocía esas pocas cosas que conocen todos, que se lo imaginan siempre canoso, anciano y con las llaves en la mano, aunque era un joven de aproximadamente 27-30 años… Me acordaba algunos episodios del Evangelio en los que él aparecía no adecuado… Así que releí el Evangelio de Juan, comencé a leer todos los ensayos sobre él escritos en toda época y me enamoré de Pedro, que era un pescador casi analfabeto, distinto de Pablo, que era un intelectual, pero el primero de todos los papas, el fundador de una iglesia, el papa del que los papas son sucesores. Si estamos aquí, si está la Basílica de San Pedro, si está el Vaticano, es gracias a San Pedro, a su política. Es un hombre que, como dicen los actos de los apóstoles, bastaba su sombra para hacer maravillas y a quien, en un determinado momento, un viento le infundió la fuerza del Señor y se decidió a amar… Porque Pedro no era capaz de amar como Jesús: era como los ancianos de nuestra generación, que nunca le dicen “te amo” a su esposa, ni siquiera un “te quiero”, nada. Pedro era así, tenía esta suerte de pudor, debilidad, consideraba casi una vergüenza decir “te amo’”, pero después, al final entendió lo que era…
Como un Beatle-En su monólogo habla de Tierra Santa, de Galilea, como si hubiera estado allí. ¿Estuvo alguna vez?
-Sí, estuve, no para este proyecto, sino por La vida es bella, porque en Israel me dieron mi primer doctorado honoris causa en filosofía en la Universidad árabe-israelí del Negev, estaba llena de chicos, fui recibido como John Lennon, una cosa increíble. Tuve que irme a dormir esa noche a Tel Aviv; me invitó la mujer de Rabin (Yitzahk), porque era imposible, los estudiantes me amaban tanto que habrían arrasado la puerta… Fue una cosa increíble. Aunque después volví por otros motivos, fui muy amigo del escritor Jehoshua (Abraham) y de otros escritores. En suma, tengo un gran amor por la cultura judía, que es el fundamento de nuestra vida…
“Me llegó desde el Vaticano la noticia de que había un pedido del papa Francisco. Como era el año del Jubileo, Francisco dijo que hacía falta hacer algo sobre el primer peregrino, y ¿quién es el primer peregrino? ¡San Pedro!"
-En el texto destaca la actualidad del mensaje no solo de Pedro sino también de Jesús; habla del miedo que provocó su mensaje de igualdad, fraternidad, amor por el otro y que solo hay un paso del miedo al odio, algo que vemos también en la actualidad…
-Es la única referencia a la actualidad, porque Pedro ya es actual. Reitero, Pedro no sabía qué era el amor. No es una frase banal porque, antes de Jesús, nadie sabía qué era el amor. No lo conocía ninguno de los apóstoles, lo conocía Jesús porque es el hijo de Dios, que lo fundó, lo inventó. Entonces ese amor es moderno, es nuevo, es una novedad y en muchos países del mundo aún no lo conocen. “Te amo”... Cuántas veces decimos “te amo”, “yo amo” y esa frase, “ama a tu enemigo”, quizás es la frase más alta jamás pronunciada en la historia de la humanidad.
-Al tratarse de un mensaje universal ¿podrá verse su monólogo sobre Pedro en otros idiomas? Recuerdo que usted fue aclamado con su monólogo sobre Dante en Buenos Aires, en 2009…
-¿Sabe quién fue a ver esa noche mi espectáculo? ¡Bergoglio, que era el arzobispo de Buenos Aires! Vino a mi camarín a saludarme. Y después se convirtió en Papa ¡Increíble! Volviendo a la pregunta, sí, espero que el espectáculo pueda verse en otros países, ya se han hecho subtítulos en inglés, así que espero que también llegue a la Argentina y al mundo, no por mí, sino porque es realmente un mensaje universal.
-Después de todos los libros y ensayos leídos para hacer el espectáculo, ¿cómo hizo para escribir el monólogo?
-Escribo solo, pero discuto con mis colaboradores sobre todas las cosas. Tomo apuntes, les muestro ideas, ellos me dicen de probar con tal cosa o tal otra, es un ida y vuelta. Porque cuando escribís sobre Jesús no podés decir las clásicas cosas, las típicas cosas que dicen los curas desde el altar…
Cuatro columnas-Usted pasó de Dante a la Constitución italiana, al himno de Italia y ahora a San Pedro. ¿Cuál es el criterio para elegir o aceptar las propuestas?
-Cada una viene desde un elemento. Por ejemplo, Dante, yo me di cuenta de que soy toscano, como él, nací en provincia de Arezzo, pero siempre lo había escuchado en boca de grandes artistas, como (Vittorio) Gassman y otros; intérpretes enormes, pero ninguno toscano. Las invectivas de Dante con acento toscano le dan vida y yo soy toscano, soy un actor, tengo el más grande poema de todos los tiempos, no hay nada más grande en el mundo que la Divina comedia. En el mundo hay cuatro grandes columnas, al menos en Occidente: Dante, Shakespeare, Cervantes y Homero. Y están allá y después viene la gran literatura, llegan Tolstói, Dostoyevski, Kafka, pero es otra cosa… La Divina comedia es un milagro, un milagro.
-Esta experiencia de escribir y luego contar la historia de Pedro ¿qué cambió en usted?
-Ocuparme de Pedro hizo que lo amara. Amé sobre todo este hecho de que Jesús haya elegido a esta persona, que era el anillo más débil pero que jamás se rompió, con el que aprendí que uno puede caerse: él negó tres veces al Señor, tres veces dijo que no lo conocía y, como digo en el espectáculo, yo habría hecho lo mismo. Lo siento tan cercano porque, si a él lo hubieran detenido lo habrían matado, y ni siquiera habría nacido el cristianismo si él no hubiera negado a Jesús. Jesús lo sabe y lo mira con un amor arrollador. Y cuando yo cometo un pecado, si fue perdonado Pedro, también me perdonará a mí. Entonces, lo siento cercano…
-¿Usted es creyente?
-Preguntarme a mí esto es como preguntárselo al Papa… Yo creo en Dios, pero creo no por nuestras miserias, por nuestro dolor, sino porque para mí, dirigirme a Dios es expresar gratitud por todas las maravillas, lo extraordinario, lo bello de la vida. ¿Pero cómo hace uno para despertarse por la mañana y no poder decirle gracias a nadie? ¡Mamma mia! Cuando sentís que estás vivo, entonces decís gracias… Es un poco abandonarse; cuando Pedro camina sobre el agua, da sus primeros pasos al principio, pero cuando empieza a hacerse preguntas y a dudar, se hunde… No hay que hacerse demasiadas preguntas, sino creer en Dios y basta. Yo siempre sentí este amor hacia el hecho de poder decir gracias. Y repito, no sé qué es esta cosa, pero desde chiquito veía que mi mamá, analfabeta, siempre tenía el Evangelio en el bolsillo y lo abría sin saber leer. Y yo le decía: “Mamá, ¿qué hace?”, y ella me decía que entendía igual…
-¿Qué le dirá a San Pedro cuando se lo encuentre allá arriba, con las llaves del Cielo?
-Como dije en el espectáculo, espero que me dé un pequeño bofetón y me deje entrar, porque algunas cosas hice… Y que me diga: “Andá Benigni, no me lo hagas pensar dos veces, andá, andá, andá”…
-Es impactante ver cómo usted pasó de la comicidad, desde el hacer reír, al hacer regocijar…
-Sí, pero las dos cosas van juntas. Muchos me lo dicen: ‘Ah, el Benigni del pasado ya no está, ya no es el Benigni del comienzo’, pero todo cambia. Como dice Mercedes Sosa, todo cambia, menos mi amor: mi amor no cambia nunca, mi amor, Nicoletta, no cambia. Toda ha cambiado en mi vida, pero claro, es la naturaleza de las cosas. Sería ridículo, patético, terrible, si fuera todo igual. Entonces, claro que cambié, es lindo cuando uno cambia.
-La idea original de este monólogo fue de Francisco: ¿qué sintió cuando murió, el 21 de abril pasado?
-Oh, fue una gran pérdida porque era un Papa a quien todos queríamos. Fue alguien que se presentó diciendo “buonasera”, quién sabe cuánto pensó en eso que tenía que decir, se entendía que lo había pensado mucho –“¿Cómo saludaré si me hacen Pontífice?”-, se entendía que era algo que no se le ocurrió ahí mismo, sino que lo había pensado y era un pensamiento bello. “Tengo que decir lo más simple” y ese “buonasera” conquistó enseguida a todos. ¡Qué lindo rostro que tenía! Era argentino y al mismo tiempo italiano, era realmente una unión ésa, un rostro maravilloso y entonces estábamos enamorados… Lo vi la última vez en la Plaza de San Pedro…
“Cuando hice la presentación en el TG1 (el noticiero de la RAI), tuve un lapsus y, en lugar de agradecerle al papa León, dije “papa Francisco”… Fue un lapsus muy lindo, muy amoroso…"
-Sí, en la Jornada Mundial para los Niños, cuando le dio un beso…
-Le di un beso fantástico. Nadie sabe que esa vez, antes de entrar en escena, llegué mucho antes a la Basílica de San Pedro y me pusieron una silla justo al lado de la Piedad de Miguel Ángel. ¡Adentro de la Basílica, tomé un café, repasé mi guion, debajo de la Piedad de Miguel Ángel! ¡Mi camarín era la Piedad de Miguel Ángel verdadera!
-En el momento del espectáculo en los jardines del Vaticano ¿pensó en el papa Francisco? ¿sintió su ausencia?
-Cuando hice la presentación en el TG1 (el noticiero de la RAI), tuve un lapsus y en lugar de agradecerle al papa León, dije “papa Francisco”… Viniendo de él la idea, es como si él me hubiera dicho: ‘Tenes que agradecerme a mí’… Fue un lapsus muy lindo, muy amoroso…
-¿Cómo fue su encuentro con el papa León hace unos días, cuando le presentó su unipersonal sobre Pedro?
-El encuentro con el papa León fue lindísimo, porque cuando lo abracé, como él dijo que La vida es bella es una de sus cuatro películas favoritas, yo le dije: “Usted está entre mis cuatro papas favoritos”. Y él me dijo: ¿Y quiénes son los otros? Juan XXIII, papa Wojtyla, Francisco y usted. Conocí a prácticamente todos, excepto a Juan XXIII, porque era demasiado pequeño. Y luego hablamos de la Divina comedia, sabía que yo la había hecho y de las Confesiones de San Agustín, que es quizás el libro que más influyó en Occidente, incluso el libro más hermoso, el que me llevaría a una isla, el más importante. También hablamos de Chicago, porque viví durante un período allí, hablamos de algunas calles, de los arquitectos…
-Una curiosidad: ¿cómo nació “Buongiorno Principessa”, su frase de La vida es bella, que se volvió un clásico, algo que utilizamos todos?
-Es como una invención que está en el aire, porque cuando un hombre ama a una mujer, le dice: “Eres una princesa”. Y fue el título provisorio que le pusimos a La vida es bella, porque habíamos hablado con el guionista de un título no negativo, que no tuviera que ver con un campo de concentración, sino con algo positivo, como justamente eso, que la vida es bella.