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Rodrigo García: el cine que vio con su padre Gabo a sus proyectos con estrellas de Hollywood y su paso por la Argentina

Rodrigo García está de vuelta en la Argentina para presentar su más reciente creación como guionista y director, Las locuras. Producida y filmada en México, la tierra en la que el hijo mayor d...

Rodrigo García: el cine que vio con su padre Gabo a sus proyectos con estrellas de Hollywood y su paso por la Argentina

Rodrigo García está de vuelta en la Argentina para presentar su más reciente creación como guionista y director, Las locuras. Producida y filmada en México, la tierra en la que el hijo mayor d...

Rodrigo García está de vuelta en la Argentina para presentar su más reciente creación como guionista y director, Las locuras. Producida y filmada en México, la tierra en la que el hijo mayor de Gabriel García Márquez pasó su infancia y su juventud, fue seleccionada como película de clausura del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y estará disponible a partir del jueves 20 en Netflix.

García regresa a nuestro país cuatro años después de haber dirigido aquí los dos primeros episodios de la serie Santa Evita. Su trayectoria como guionista y realizador incluye varios trabajos en inglés con grandes estrellas de Hollywood como Cameron Diaz, Calista Flockhart (Con solo mirarte), Naomi Watts, Annette Bening, Samuel L. Jackson (Amor de madres), Kathy Baker, Holly Hunter, Sissy Spacek, Amanda Seyfried (Nueve vidas), Ewan McGregor, Ethan Hawke (Raymond y Ray) y sobre todo Glenn Close, a quien dirigió en tres películas.

García, nacido en Bogotá hace 66 años, se volcó sin embargo en la más reciente etapa de su carrera a los proyectos hablados en español. Los hizo en México, donde pasó toda su infancia y juventud. Primero fue Familia (2023), también disponible en Netflix. Luego Las locuras, producción original de la plataforma protagonizada por el chileno Alfredo Castro y varias destacadas actrices mexicanas, que cerró el último domingo el festival marplatense. Y ya tiene en etapa de post-producción y edición su nuevo proyecto, la serie Santita, protagonizada por Gael García Bernal.

“Llevaba muchos años queriendo filmar algo en México, pero no tenía oportunidades y no encontraba temas. En un momento me concentré mucho en hacer algo en los Estados Unidos con personajes latinos de ese país, sobre todo para evitar la cosa folclórica y demasiado costumbrista, los tamales de mi abuelita y todo eso. Escribí una película que no pude concretar y de allí surgió Familia, que resultó mi primer proyecto hecho en México, un país que es prácticamente mi casa, donde crecí y me siento muy a gusto. No me había dado cuenta hasta allí cuánto extrañaba trabajar en español y en mi propia cultura, además de sentirme en casa. Familia me animó mucho y decidí seguir ese camino”, le dice García a LA NACION recién llegado a Buenos Aires, pocas horas antes de viajar a Mar del Plata.

-Y después de Familia llega Las locuras, la película que lo trae de nuevo por aquí.

-La escribí expresamente para hacerla en este momento y en la Ciudad de México, porque Familia se hizo en el Valle de Guadalupe. Fue el descubrimiento de algo obvio: redescubrir la casa, el idioma y la cultura. Tengo proyectos pendientes en los Estados Unidos, pero pueden esperar. Y debo agregar que mi primer antojo en español fue venir aquí, a la Argentina, con Santa Evita.

-¿Cómo es eso?

-Fue la primera vez que trabajé en América Latina. Y aunque no la escribí yo, la desarrollé y la codirigí con Alejandro Maci. Era también mi primera vez en la Argentina y aunque todo era nuevo, me sentí al mismo tiempo muy en mi casa. De allí nació toda esa inquietud que acabó primero en el proyecto de Familia y ahora en Las locuras.

-Su película se enfoca en las vidas entrelazadas de varias mujeres con distintas manifestaciones de conducta relacionadas con la salud mental que repercuten en los vínculos familiares, sociales y afectivos de todas ellas. Y se va a conocer muy pocos días después del estreno en la Argentina de Mátate, amor, otra historia sobre la pérdida de equilibrio psicológico y estabilidad emocional en el comportamiento de la protagonista. ¿Usted percibe algún interés creciente desde el cine en enfocarse en este tipo de temas?

-No he visto todavía Mátate amor, obra de una directora que por cierto me gusta mucho. Pero más allá de eso creo que siempre ha habido interés sobre esos personajes que muestran esquizofrenias, manías bipolares y rasgos de ese tipo. Si bien Renata, el personaje principal de Las locuras, está sufriendo justamente una manía bipolar, más que la locura psiquiátrica lo que me interesa más es explorar qué pasa cuando personas muy inteligentes, muy ejecutivas, muy funcionales y muy confiables se descarrilan por culpa de presiones familiares, románticas o profesionales. Ese es el tipo de locura que me interesa explorar.

-Como ocurre con todos sus trabajos, aquí también la puesta en escena surge claramente de un guión de hierro, muy preciso y que no parece dejar mucho lugar a la improvisación del actor.

-No hay mucha improvisación, es cierto, pero a los actores siempre los aliento para que ellos interpreten a los personajes. El guion es el pedazo de dirección más concreto que se le puede dar a un actor, pero trato de que cada quien encuentre su lugar. El mejor ejemplo es Cassandra Chiangerotti, que personifica a Renata, el personaje con manía bipolar. Ella fue quien encontró el tono, la malicia, la inteligencia y la fragilidad de Renata. No lo vi hasta que empezamos a filmar porque es muy difícil ensayar algo así. Hablamos, compartimos algunas referencias, pero fue ella la que inventó cómo habla, cómo se mueve y todo lo demás.

-¿Hay diferencias entre las estrellas de Hollywood con las que trabajó y los actores latinoamericanos consagrados que aparecen en sus últimas películas en cuanto al compromiso con los personajes?

-Yo he tenido mucha suerte al trabajar en lengua inglesa con actores muy famosos, grandes estrellas de cine y al mismo tiempo gente muy trabajadora, con gran espíritu de colaboración. He estado afortunadamente muy poco expuesto a actores malcriados, o de mala fama.

-¿Estuvo en contacto con alguien así en alguno de sus proyectos?

-Los hay, definitivamente. Pero a mí me han tocado los buenos. Glenn Close, por ejemplo, una megaestrella desde hace 50 años y a la vez una persona super trabajadora, muy dedicada, muy preocupada, muy atenta a sus colegas, a veces temerosa, con las inseguridades normales que tenemos todos. No hay tantas diferencias, pero puedo decirle al mismo tiempo que en América Latina encuentro una camaradería, un humor y una sensibilidad cultural en los sets que me recuerda a mi casa, a mi infancia, a mi mundo.

-¿Qué recuerdos le dejó su experiencia en la Argentina filmando Santa Evita?

-Fue raro porque cuando estábamos en plena preparación llegó la pandemia e interrumpió todo. De hecho, yo no pude viajar hasta que pude vacunarme y en esa etapa me apoyé mucho en el trabajo de Alejandro Maci. Finalmente llegué a un país donde nunca había trabajado, con gente totalmente nueva, actores que no conocía y todo se me hizo muy fácil. Especialmente con grandes colaboradores como el Chango Monti en la fotografía y Mercedes Alfonsín en el arte. Y después me llamó mucho la atención la cantidad de actores muy buenos que hay aquí.

-¿En qué sentido?

-Haciendo el casting, fue la primera vez en mi vida que escogí algunos actores por su apariencia física, porque para un personaje secundario siempre había cinco o seis buenas opciones.

-Volviendo a Las locuras, siempre que se exponen en una ficción temas sensibles como el de la salud mental existe desde afuera la tentación de tomar a este tipo de obras en un sentido aleccionador. ¿Fue consciente de este riesgo? Y en ese caso, ¿cómo lo afrontó?

-Yo quiero que mis películas interesen, que diviertan, que parezcan humanas, que haya una conexión con la gente. Nunca busco dar lecciones o mensajes. En este caso tuve mucho cuidado de no dejar la sensación de que se estaba tomando la enfermedad psiquiátrica a la ligera. Con el personaje de Renata sí tenía una preocupación porque las personas que tienen brotes de manía bipolar suelen ser muy simpáticas, ocurrentes, tienen ideas provocadoras, son carismáticas. Lo que parece simpático puede ser a la vez muy preocupante. Lo trabajamos bastante con Cassandra y el resultado fue muy bueno.

El temor detrás de Cien años de soledad

-Hace casi un año se estrenó en Netflix con mucha repercusión la adaptación en forma de miniserie de Cien años de soledad. ¿Cuán complicado resultó de parte suya y de su familia darle luz verde a un proyecto tan ambicioso? Supongo que su palabra debe haber tenido un peso decisivo en la decisión de llevar adelante el proyecto.

-Fue una decisión que tomamos cuando todavía vivía mi mamá con ella y con mi hermano Gonzalo. Como sabíamos que tarde o temprano este proyecto se iba a hacer nos planteamos la necesidad de encontrar un canal de TV o una plataforma dispuesta a cumplir nuestras exigencias: que se hiciera en español, principalmente con actores y directores latinoamericanos, que se filmara en Colombia, y que se usaran el tiempo y los recursos necesarios para contar bien la historia. Esas fueron las condiciones, y como Netflix estuvo de acuerdo con todas, aceptamos la propuesta. Pero siempre temerosos.

-¿Por qué?

-Porque es muy difícil no solo adaptar este tipo de libros, sino que el público lector acepte la adaptación. Por suerte, la serie funcionó bastante bien, aunque dividió un poco a los lectores. Creo que lo más difícil fue el comienzo, los episodios 1 y 2, verles las caras a los personajes por primera vez, ver que un río es un río y un caballo es un caballo. Allí la gente dijo: “OK, ya no estoy en el libro, estoy en la serie”. Y lo que más resonó en el mundo es la calidad de una producción hecha en Colombia por colombianos. En este sentido fue un éxito.

-¿De qué hablaban su padre y usted cuando el tema de conversación era el cine?

-Gabo era muy fanático del cine. Y yo creo que él quiso ser director, por eso se fue a México en los años 60, cuando la industria allí era grande. Pero como no fue director, diría que su ejemplo fue el fracaso más exitoso de la historia del arte en América Latina. Crecimos junto a él siempre con la sensación de que no hay nada mejor que un cuento bien contado. Y con las películas y los directores que a él le gustaban: Kurosawa, Truffaut y sobre todo el neorrealismo italiano: Rossellini, De Sica, Pasolini después. Nos criamos junto a gente tan valiosa como Luis Alcoriza y Ruy Guerra. También fue muy amigo de Luis Puenzo. Lo normal para nosotros era ver a Gabo escribiendo un guion con alguien más.

-Dentro de pocos días, Las locuras podrá verse en Netflix. Y solo pudo verse en la Argentina en pantalla grande en el cierre del Festival de Mar del Plata. ¿Cómo vive usted esa dualidad?

-También tendrá un estreno limitado en los cines de México por unos pocos días. Sigo pensando que la experiencia en una sala de cine tiene algo de ritual. Verla a oscuras con otras 100 personas al mismo tiempo sin que suene el teléfono o que lleguen mensajes siempre es algo diferente. Fuera de eso prefiero no decir nada porque lo mejor es que la gente entre a ver una película sin saber nada. Cuando voy al cine trato de no ver trailers, no me interesan.

-Usted nunca fue un director masivo o taquillero. Y sus películas representan un tipo de cine del que suele decirse que está en crisis porque tiene cada vez menos espacios para ser visto en pantalla grande y perdió después de la pandemia a buena parte de su público. ¿Le preocupa esta situación? ¿Qué imagina para este tipo de cine en el futuro?

-La distribución y la exhibición en los cines están sufriendo hoy muchas presiones. Y también es cada vez más difícil mover a la gente. Pero al mismo tiempo sigo pensando que las buenas historias se seguirán contando. En televisión, en cine, en el teléfono, por radio, de boca en boca. Mis hijas, que están en sus 20, son muy aficionadas a ir al cine con mucho criterio. Me dicen: “Esta película la voy a ver en un cine, se me antoja compartirla o verla con amigos, y esta no”. Hace años decíamos que la radio iba a matar al teatro y no pasó. Que la televisión iba a matar al cine y no pasó. Todo seguirá coexistiendo.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/cine/rodrigo-garcia-el-cine-que-vio-con-su-padre-gabo-a-sus-proyectos-con-estrellas-de-hollywood-y-su-nid19112025/

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