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Snoopy, maestro de escritores (y tenistas)

Este fin de año se celebran los 250 años del nacimiento de Jane Austen. Pero hay un finalista de peso en el podio de las devociones personales que, curiosamente, también tuvo su efeméride: Snoo...

Snoopy, maestro de escritores (y tenistas)

Este fin de año se celebran los 250 años del nacimiento de Jane Austen. Pero hay un finalista de peso en el podio de las devociones personales que, curiosamente, también tuvo su efeméride: Snoo...

Este fin de año se celebran los 250 años del nacimiento de Jane Austen. Pero hay un finalista de peso en el podio de las devociones personales que, curiosamente, también tuvo su efeméride: Snoopy.

Hace 75 años, el perrito creado por Charles M. Schulz apareció publicado por primera vez en un diario norteamericano como parte de una tira llamada Peanuts. Nunca dejó de ser famoso, pero 2025 lo encontró en estado de omnipresencia: museos y exposiciones, colaboraciones con marcas de lujo y de fast fashion. Snoopy es hoy una figura intergeneracional, capaz de despertar nostalgia en quienes lo leían en el diario o compilaciones traducidas y ternura inmediata en quienes lo descubren por primera vez en un video de TikTok.

¿Por qué pegó tanto —y por tanto tiempo— un beagle que casi no habla, que imagina más de lo que hace y que vive sobre el techo de su casita? Para los analistas culturales, Peanuts funciona como una combinación rara de humor simple y profundidad existencial: Schulz hablaba de temas que no envejecen como fracaso, ansiedad, soledad, deseo de reconocimiento y miedo al rechazo. Snoopy, en particular, ofrecía una fantasía reparadora: la de alguien que pierde casi siempre, pero nunca deja de intentarlo.

El beagle quería (ok, entre otras cosas) ser escritor de best sellers y campeón de tenis. ¿Cómo no sentirse identificado?

En lo personal, Snoopy resultaba —resulta— totalmente aspiracional. El beagle quería (ok, entre otras cosas) ser escritor de best sellers y campeón de tenis. ¿Cómo no sentirse identificado? Esta cronista no está sola en el sentimiento. De hecho, una de sus autoras favoritas, Ann Patchett, escribió hace años uno de los ensayos más luminosos que existen sobre Snoopy y la vocación de escribir. Forma parte de su libro Esos días maravillosos y allí dice que no sabe si es escritora gracias a Snoopy o si gravitó hacia Snoopy porque ya de niña algo la empujaba a ser escritora. Lo que sí tiene claro es que ese perro fue su primer y más constante maestro en la profesión.

Cuenta, por ejemplo, que tras aventurarse sin miedo en el mundo, Snoopy podía volver al techo de su cucha, sentarse erguido frente a su máquina de escribir y teclear las palabras con las que comenzaban tantas de sus historias: «Era una noche oscura y tormentosa».

Esto personalmente resuena porque parecería describir no solo el trabajo del novelista, sino también el del periodista: salir al mundo, observar, volver al escritorio —o a la mesa de la cocina— e intentar poner en palabras algo que valga la pena. Y, ni que hablar, refleja la dificultad de escribir algo atractivo y dramático que sea, al menos, ligeramente original, aunque a Snoopy eso no lo afectase demasiado. Patchett también recuerda que su primer contacto con Guerra y paz no fue Tolstói sino Snoopy, cuando el beagle montó una versión de seis horas con títeres de mano. Del mismo modo, conoció a Christo cuando Snoopy envolvió su cucha.

Snoopy no solo escribía novelas: intentaba publicarlas. Y, sobre todo —en esto Patchett es enfática—, le enseñó que iba a fracasar. Snoopy recibió muchas más cartas de rechazo que aceptaciones. En una de las tiras, Charlie Brown le dice frente a una misiva: “Es de tu editor. Dice que imprimieron un solo ejemplar de tu novela y que no pudieron venderlo. Que lo sienten mucho. Tu libro ya está descatalogado”.

Pero Snoopy –que tampoco ganaba todos los partidos de tenis– nunca se deprimía por demasiado tiempo. Había otros libros por escribir. Lo que importaba, escribe Patchett, era aprender a amar el oficio.

En Un cuarto propio, Virginia Woolf establece un vínculo con Jane Austen al destacar su genio a pesar de obstáculos como la falta de un espacio para escribir. Patchett recuerda asimismo al beagle diciéndole a su amigo Woodstock que algunos de los mejores libros se escribieron en lugares muy humildes. Eso fue suficiente para que Woodstock volviera a su nido a tipear, y para que ella regresara a la mesa de su cocina para hacer lo mismo. No por nada Snoopy dedicó su primer libro a Woodstock, “mi amigo entre los amigos”. En un año aniversario, nada más lindo para recordar.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/snoopy-maestro-de-escritores-y-tenistas-nid21122025/

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