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Solo con programas de salud racionales lograremos superar nuestras cíclicas frustraciones

Hace exactamente 5 años, en plena pandemia de Covid-19 y cuando aún no se habían aplicado las primeras vacunas en nuestro país, con los profesores doctores Miguel Galmés y Gustavo Piantoni pro...

Solo con programas de salud racionales lograremos superar nuestras cíclicas frustraciones

Hace exactamente 5 años, en plena pandemia de Covid-19 y cuando aún no se habían aplicado las primeras vacunas en nuestro país, con los profesores doctores Miguel Galmés y Gustavo Piantoni pro...

Hace exactamente 5 años, en plena pandemia de Covid-19 y cuando aún no se habían aplicado las primeras vacunas en nuestro país, con los profesores doctores Miguel Galmés y Gustavo Piantoni pronunciamos un discurso para la conmemoración del Día del Médico en la Asociación Médica Argentina (AMA). La AMA es una institución ilustre de la medicina argentina; fundada en 1891 con el foco puesto en la educación de posgrado, reúne a las sociedades médicas científicas del país. Aquel Día del Médico, la gran sala auditorio de la AMA estaba desierta y transmitía una angustiante desolación. Éramos solo cuatro colegas en el estrado, pero un gran número de profesionales estuvieron conectados virtualmente al evento. Vivíamos inmersos en una atmósfera de gran incertidumbre. La pandemia había desnudado nuestra fragilidad y la esencialidad del equipo de salud.

Puede resultar ilustrativo comparar la situación del médico de hace 5 años con la actual incorporando nuevos datos. Luego de 5 años, nos seguimos preguntando cuál debe ser el compromiso hacia los médicos de la sociedad en general y del sistema de salud en particular. Es una evidencia compartida por todos los colegas que un escenario hostil hacia el médico repercute en su labor cotidiana. A lo largo del tiempo, he visto que los problemas de los médicos en el ejercicio profesional no solo han persistido, sino que también se han profundizado. Un destacado grupo de médicos argentinos redactó sus reflexiones hace ya 16 años en un libro titulado ¿Por qué ser médico hoy? En el prólogo se destaca una cita a Jean-Paul Sartre, por cierto muy movilizadora: “Todos somos responsables de lo que no tratamos de evitar” (Libros del Zorzal, Bs. As. 2009).

Los médicos fuimos calificados durante la pandemia de Covid-19 como “trabajadores esenciales”. La sociedad potenció con su reconocimiento la dimensión de esa “esencialidad”, y esto se tradujo en los aplausos de las 21 horas. Ya en aquel momento percibíamos que había muchas posibilidades de que esa empatía con los médicos se pudiera extinguir ni bien el riesgo y el temor generado por la pandemia desaparecieran. Y así ocurrió. El regreso a la normalidad depositó a los médicos en la misma situación previa a la pandemia. Lamentablemente, regresamos al punto de partida: un sistema de salud fragmentado e inequitativo, sustentado en muchos ámbitos en el “apostolado del médico” para resolver las múltiples fisuras de un sistema al que todos señalan que transita una crisis crónica y al borde del colapso. En estos 5 años de pospandemia, los tres subsistemas de salud en la Argentina, el público, el de obras sociales y el privado, retomaron su trato hostil hacia los médicos, traducido en ingresos indignos, en un escenario laboral inadecuado e incluso con frecuentes episodios de agresiones de pacientes y familiares hacia el equipo de salud.

En el reciente Congreso Argentino de Cardiología se dieron a conocer los resultados de una encuesta efectuada por el Foro de Sociedades Médicas Argentinas, en la cual el 64,5% de los 2920 médicos encuestados en todo el país admitieron que padecían signos y síntomas de burnout (estado de abatimiento físico y emocional) generado por las extenuantes o inseguras condiciones de trabajo. El pluriempleo –consecuencia de las bajas remuneraciones– y “la falta de un horizonte profesional claro” fueron señalados como los principales factores generadores de ese padecimiento. Detrás de este dato de por sí alarmante por lo que implica en términos de un ejercicio de la medicina con riesgo de alejarse de los mínimos estándares de calidad y seguridad, el informe reveló otros dos datos estremecedores e inquietantes de cara al futuro de la atención de la salud en nuestro país: solo el 52% de los médicos encuestados contestó que volvería a estudiar medicina, y el 49,8% admitió que pensó en emigrar debido a las condiciones laborales adversas.

Hoy hay que admitir que existe una señal esperanzadora: las sociedades médicas-científicas han comenzado a armonizar sus objetivos académicos, propios de sus orígenes de hace 100 años, enfocándose ahora también en la nueva realidad del escenario laboral-profesional y sus múltiples desafíos. La encuesta mencionada es un ejemplo de este cambio de perspectiva. Aún esto no ha permeado lo suficiente en la comunidad médica como para lograr una masa crítica de involucramiento de los médicos en sus asociaciones profesionales. El clima de época, impregnado de individualismo y de estigmatización de todo esbozo de solidaridad, conspira para que en este escenario de intereses cruzados los médicos dejen de ser el eslabón más frágil de la cadena.

No es bueno para la sociedad que sus médicos estén agotados y sin tiempo suficiente para actualizarse. No es bueno ser atendidos por médicos automatizados o desmoralizados. No es bueno que el médico no disponga de tiempo para escuchar al paciente en consultas de 10 minutos. Tampoco es bueno para la sociedad que haya especialidades críticas con un marcado déficit de profesionales. Los médicos están decidiendo no dedicarse a la clínica médica, la pediatría, la neonatología o la terapia intensiva (entre otras especialidades) simplemente porque la relación entre esfuerzo, riesgo y compensación es absolutamente absurda. Tampoco deciden instalarse en lugares remotos porque no existe un sistema de salud que los ampare en ese esfuerzo. Todo este panorama se mantiene inalterado.

La siguiente pregunta no ha perdido vigencia: ¿cómo es posible que el enfoque de los temas de salud sufra los vaivenes de las administraciones políticas de turno sin un plan sustentable en el tiempo? Los médicos siempre hemos estado esperando que otros resuelvan los problemas de nuestro ámbito profesional. Nos hemos encapsulado en nuestros temas técnicos y académicos. El árbol impidió ver el bosque sin percibir el incendio que avanzaba desde su periferia. Ese deterioro está amenazando seriamente la calidad del trabajo y erosionando la vocación de muchos.

Es imprescindible que los médicos, junto a todos los profesionales y actores del sistema de salud, seamos protagonistas activos de las políticas de Estado en salud por medio de nuestras instituciones. El modo de que esto se concrete (ya expresado en estas páginas) es promover la creación de una agencia nacional de salud, es decir, un ente descentralizado del Estado. Todas las instituciones de los actores del sistema de salud deberían integrar, por medio de sus representantes, esa agencia. Este organismo generaría proyectos y protocolos en forma conjunta con los ministerios de Salud (nacional y provinciales).

Hay múltiples temas que requieren decisiones urgentes, por ejemplo: que las residencias médicas sean obligatorias como único camino formativo para lograr la habilitación para ejercer como especialista; que esas residencias se desarrollen en centros asistenciales rigurosamente acreditados; establecer cupos de vacantes en las residencias de cada especialidad de acuerdo con las necesidades del país; estimular la formación en especialidades críticas y fijar sueldos y honorarios acordes con la responsabilidad y la preparación que implica la atención de la salud. Hay dos temas importantes vinculados a la salud que han surgido en estos 5 años. Uno es la ley de calidad y seguridad sanitaria (ley 27.797, “ley Nicolás”), recientemente promulgada. Esta ley requiere ser reglamentada con una minuciosa redacción para no dejar espacios grises de libre interpretación. La existencia de la agencia nacional de salud hubiera ofrecido el ámbito ideal para asesorar en esa reglamentación. Hoy se impone la integración de una comisión asesora. El otro hecho disruptivo luego de la pandemia es la irrupción de la inteligencia artificial (IA) con acceso directo a su variante generativa. Un nuevo y poderoso instrumento que no estaba disponible hace 5 años. Su imprescindible regulación para su aplicación en el ámbito de la medicina sería otro objetivo central de la agencia nacional de salud.

Como conclusión, cabe reiterar: solo con racionales políticas de Estado en salud, consensuadas con todos los actores de los tres subsistemas, y que tengan garantizado su cumplimiento –independientemente de los vaivenes políticos–, lograremos dejar atrás nuestras cíclicas frustraciones.

Profesor consulto de la cátedra de Oftalmología de la Facultad de Medicina de la UBA; doctor en Medicina (UBA), Hospital de Clínicas (UBA)

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/solo-con-programas-de-salud-racionales-lograremos-superar-nuestras-ciclicas-frustraciones-nid03122025/

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