Stewart Copeland, en el Gran Rex: mate, buen humor y el mas poderoso concierto sinfónico para evocar a The Police
Police Derange For Orchestra. Concierto de Stewart Copeland. Con orquesta Sinfónica, Eruca Sativa y las cantantes Sarah-Jane musiq, Alta Gracia y Rachel Melanie. Dirección: Nicolás Sorín. Sala:...
Police Derange For Orchestra. Concierto de Stewart Copeland. Con orquesta Sinfónica, Eruca Sativa y las cantantes Sarah-Jane musiq, Alta Gracia y Rachel Melanie. Dirección: Nicolás Sorín. Sala: Teatro Gran Rex. Nuestra opinión: Muy bueno.
A Stewart Copeland solo le falta una camiseta de la Selección Argentina de fútbol para armar un compendio completo de gestos de demagogia durante un show en Buenos Aires (claro, no maneja los códigos futboleros porque él al fútbol, como buen norteamericano, le llama soccer). Pero esa aparente demagogia es parte de una exacerbada puesta en escena que utiliza, como breves interludios de sus conciertos. Porque esa manera hilarante que tiene de hablar, que se contrasta con los comentarios más ácidos seguidos de una buena cara de poker hacen a la persona, al personaje y al artista. Ese que es baterista (y fue parte del The Police, el trío de rock más famoso del mundo); ese que es compositor de bandas de sonido y ópera contemporánea; ese es una especie de estandapero cuando toma el micrófono. Y lo hace con frecuencia.
En 2023 plasmó en un álbum un proyecto que une dos de sus mundos (la batería y la música académica). Grabó versiones de los clásicos de The Police (o al menos unos cuantos de ellos) bajo un lema que fue Deranged for Orchestra. Y si bien en castellano la traducción literal sería “trastornado”, Copeland echó mano a la sonoridad anglófona de la palabra, porque lo cierto es que refiere a “arreglos”, que en música comúnmente están relacionados a las orquestaciones.
Reemplazó la voz de Sting por la de tres cantantes, se sentó detrás de la batería y puso el funcionamiento armónico (ese que con tanta elegancia desarrolló el guitarrista Andy Summers) en una orquesta. El resultado no tiene que ver con el trastorno porque este término se utiliza para definir estados mentales, generalmente de seres humanos, y tiene una connotación negativa. Tampoco es algo disruptivo porque no interrumpe un proceso para general algo distinto. Es simplemente un arreglo orquesta, poco habitual.
Y cuando la música ya está sonando, quienes se sienta en la platea o el pullman de un teatro tiene dos caminos muy claros para enfrentar. Tratar de encontrar fidelidad a The Police en esa familia de arcos, metales, maderas y percusiones (y morir en el intento) o simplemente dejarse llevar por las canciones, reconocerlas en sus letras y melodías y redescubrirlas en nuevos arreglos y texturas.
Copeland, apenas pasados unos minutos de concierto preguntará de manera retórica qué es Deranged. Luego, quizás para despejar dudas en alguna mirada de desconcierto (aunque el público ya va alertado de la travesura) dirá que hay mucho de The Police que no terminó grabado en discos pero que lo inspiró para este trabajo. Y no ahorrará momentos para pedir aplausos para Andy y Sting, sus viejos compañeros de banda, para deslizar sus sarcasmos y, sobre todo, para reconciliar desde la música lo que no se reconcilia en una charla de café entre los tres músicos de The Police.
Lo hace, incluso, aceptando las diferencias. Porque cuando enfrenta canciones como “Murder by Numbers”, un tema escrito por sus ex socios que tiene un toque jazzy al que Copeland nunca adhirió, toma la decisión de llevarlo a su terreno (no al del baterista, al otro, el del compositor y arreglador) y logra el tema más “deranged” del repertorio.
Aunque, de algún modo, todos lo son, ya desde el comienzo del programa. “Demolition Man” tiene, en su original, una fanfarria de fondo. “King of pain”, aquella que Sting escribió tras su primer divorcio, muestra las pinceladas que solo le puede agregar un organismo sinfónico como este. Vale aclarar que cuando Copeland pensó emprender una gira por México, Chile y la Argentina se encontró ante la imposibilidad de contar con algunos de los músicos que grabaron el disco, por ese motivo convocó al director, compositor y orquestador argentino Nicolás Sorín y al grupo Eruca Sativa. Y la orquesta al mando de Sorín es una versión reducida de los organismos que suelen tocar repertorio sinfónico (pero con la misma paleta de colores) en este caso con mayores acentuaciones en metales y maderas que en cuerdas (dato por demás original).
Dentro del programa que elige, la provocación para el público más devoto y puritano de The Police llega con temas como “Spirits in the Material World” y “Roxanne” totalmente fuera de sus cánones. La maestría se pone de manifiesto en temas con “One World (no Three)” donde el pulso reggae queda absolutamente subvertido, pero subyace en medio de la proeza sinfónica que logra Copeland y en la determinación percusiva que aborda en este tema.
Y siempre habrá un paso de comedia colado entre las composiciones. Para decir, por ejemplo, que las canciones de Sting son muy refinadas, como preludio de temas como “Walking on The Moon”. Pero él le pone un tutti orquestal desde el comienzo (distorsiones que sabe manejar con mucha gracia). Lo cierto es que “Walking...” tiene una estridencia inusitada, a un público cantando el famoso io-io-ioio, pero también muy delicadas reexposiciones temáticas y solos de bajo y batería. “Every Breath You Take” tiene una intro cinematográfica. “The Bed’s Too Big Without You” suena en su curso original. “Message in a Bottle” cuanta, además de la potencia rockera, con pequeños detalles como la sutileza para transportar el cuarto dedo de los acordes de la guitarra de Andy summers a la sección de cuerdas.
De este modo, el concierto pasa por todos los matices. No solo están Lula Bertoldi y Brenda Martin. Hasta el “eruco” Gabriel Pedernera tiene su turno cuando reemplaza a Copeland en la batería. Son momentos en los que el protagonista toma la batuta o empuña la guitarra.
En cuanto a las voces, el trio de cantantes se mueve con fluidez, siempre sobre una misma clave que es una base armónica de soul sisters pero con inflexiones y floreos más actuales, de las estrellas femeninas de la música pop (su sonido empasta muy bien con la orquesta). El resto modula en crescendos que explotan hacia el final del show, mechados con comentarios hilarantes. (“Donde está mi cabaio", es la antesala de un sorbo de mate, al momento de los bises.) En definitiva, The Police está allí, de algún modo; sobre todo sus canciones, revisitadas de una manera muy especial.