Tobillera y balcón: recién empieza la función
Fue una semana entera a golpe de emociones; emociones power, de esas que traspasan el alma. Al frente de todas ellas, la tobillera. Una tobillera en busca de su destino, la piernita de Cristina, tr...
Fue una semana entera a golpe de emociones; emociones power, de esas que traspasan el alma. Al frente de todas ellas, la tobillera. Una tobillera en busca de su destino, la piernita de Cristina, trámite que, a falta de rejas, es como la consumación del castigo; la condena tallada en la piel. No robarás, y si robas llevarás prendido un silicio electrónico, mandan las escrituras penales en el caso de personas de edad avanzada. Un ajuar glamoroso en fulgurantes oros infectado por ese dispositivo negro y cruel que no cuesta más de 15 dólares: lo más barato que se ha puesto en los últimos 50 años. Es igual a un reloj, pero con prestaciones penitenciarias, buchón, humillante. Mirás para abajo y ahí está, blend de silicona y plástico como coraza de un microprocesador. Y no mirás y sabés que está ahí: es culpa, escarnio, amarga compañía. Me dicen que Cris iba a llamarlo Low, por lawfare, y luego desistió: ha decidido ignorarlo. Una picardía, con lo feliz que está la tobi: podría haber ido a parar a un violador, un narcotraficante, un asesino, y resulta que terminó abrazada a una multimillonaria con aires de reina.
Muchos de los militantes que se acercaron anteanoche a San José 1111 llevaban tobilleras con flores. El ominoso grillete devenido en bijouterie testimonial. Una chica declaró que no se la piensa sacar en seis años. A renovar semanalmente la botánica, linda, cosa de que el homenaje no se ponga mustio.
Otro momento conmovedor fue la comunicación de los jueces de que podrá salir al balcón. Un antes y un después. El balcón es sol y la caricia del viento en la cara, pero sobre todo significa pueblo, centralidad, TV, dancing; humeantes choripaneadas que comparten presencia con el desparramo de necesidades fisiológicas. Serás lo que debas ser o serás vecino de Cristina. Tremendo karma: casi como que en un apartado la sentencia castiga también a los que comparten con ella edificio, cuadra y barrio. Recuperar el balcón fue para Cris el mayor triunfo judicial desde que sus tropelías y las de su familia tomaron forma de expediente. Del reencuentro directo con la militancia –no importa si espontánea o empujada– se alimentará en estos tiempos de enclaustramiento. Es en olor de multitud que quiere sobrevivir al destierro. Si siempre ganó las elecciones en las cárceles, imagínense ahora que forma parte de esa población. Pero cuidado: el tribunal le pide que maneje la salida a los balcones con “criterio, prudencia y sentido común”. Qué despropósito reclamar atributos que no están al alcance del bolsillo espiritual de la pobre mujer. ¿Cómo interpreto esa exigencia? La segunda tobillera.
La aviesa intencionalidad de los jueces quedó expuesta anteayer cuando la llamaron, en la comunicación sobre las balconeadas, “Cristina Elisabet”. Elisabet. ¿Hacía falta? Saben que detesta ese nombre, que jamás lo escribe, que nunca lo dice, casi que lo niega. Con ese texto completaron el enunciado de la condena: seis años de prisión, inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos y… Elisabet.
El mensaje grabado de Cris durante la concentración en Plaza de Mayo, el miércoles, llevó la sensibilidad popular a sus extremos. Cómo no llorar: 160.000 personas reunidas escuchando un mensaje que no venía del célebre balcón de la Casa Rosada ni de un gran escenario, sino de un departamento-celda en una esquina cualquiera del barrio de Constitución. De aquellas glorias a estas postrimerías. De aquellas cadenas nacionales a esta oradora encadenada. “Esto se cae”, “el modelo es insostenible”, “¡vamos a volver!”. Cómo no llorar: ya habían vuelto. Ahí estaban Massita, Máximo, Kichi, Guillermo Moreno, La Cámpora. Los de La Cámpora no logran reproducirse, en 20 años no han parido un solo candidato con votos, imposible pedirles que aprendan a gobernar, pero son buenísimos arreando gente: eran la columna principal. Deberían dedicarse a eso, incluso tercerizando sus servicios: un delivery de manifestantes. A su líder, Maxi, la historia le había reservado un lugar de privilegio justo en el momento en que se lo devoraba el ocaso: ser ahora el brazo extendido de su madre. Privilegio y compromiso, porque tiene dos problemas. Uno es él, resistido en el partido y maltratado en las encuestas; el otro también es él: debería ponerse a trabajar.
En la plaza no estuvieron ni la CGT ni los gobernadores peronistas, a excepción de Quintela, al que todos los bondis lo dejan bien para salir en los noticieros. ¿Qué significan esas ausencias? Sospecho que algo está rumiando la dirigencia del viejo partido. Tipo: OK, Cristina, sos única, sos increíble, sos la mejor, pero acaso ya no sos. Acaso fuiste. No podemos ignorar los seis años en la sombra, la inhabilitación y, sorry, el grillete.
Milei y la casta deben estar contemplando este paisaje con los ojos más abiertos que nunca. Si una lección deja la deriva penal de la señora del segundo piso es que la venalidad no es para cualquiera. Si te vas a inclinar por el mal, tenés que hacerlo muy bien.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/tobillera-y-balcon-recien-empieza-la-funcion-nid20062025/