Trump y Zelensky hablan de paz y grandes avances, pero Putin calla y mantiene la ofensiva
WASHINGTON.– Tras su encuentro del domingo en Mar-a-Lago, el presidente ...
WASHINGTON.– Tras su encuentro del domingo en Mar-a-Lago, el presidente Donald Trump y su par ucraniano, Volodimir Zelensky, compartieron alegres apreciaciones sobre el estado de las negociaciones de paz por la guerra en Ucrania. “Hicimos grandes avances para terminar con esta guerra”, dijo Trump. “Tuvimos realmente una excelente conversación sobre todos los temas”, apunto Zelensky y agregó que había un “90%” de acuerdo sobre el plan de paz.
Pero no se dejen engatusar. Trump llegó a la presidencia prometiendo terminar con esa guerra en 24 horas, y casi un año después, ese ambicioso objetivo está igual de lejos de cumplirse. ¿Cómo lo sé? Los combates sin cuartel…
El sábado, un día antes de la reunión de Zelensky y Trump, Rusia lanzó casi 500 drones y 40 misiles contra Ucrania. Los ataques rusos con drones y misiles, centrados en objetivos civiles y no militares, son considerablemente más numerosos que hace un año, y la más afectada ha sido la infraestructura energética de Ucrania, que este invierno boreal dejará a muchos ucranianos a oscuras y temblando de frío.
Si el dictador ruso Vladimir Putin realmente quisiera poner fin a la guerra, podría detener los ataques en cualquier momento. Y no lo ha hecho, porque parece empeñado en una victoria que relegaría a Ucrania a la condición de colonia del Kremlin. Hace apenas dos semanas, el 17 de diciembre, Putin pronunció un discurso en el que prometió que “si el bando contrario y sus patrocinadores extranjeros se niegan a entablar conversaciones serias, Rusia logrará la liberación de sus territorios históricos por la vía militar”.
Porque en esas “negociaciones de paz”, el hombre que falta es Putin, que si bien ha mantenido repetidas charlas con Trump, la más reciente por teléfono el domingo, se niega a reunirse o hablar con Zelensky. Putin ha dejado en claro que considera que Zelensky es el gobernante ilegítimo de un Estado inexistente, así que ¿de qué van a hablar?
Además, ni en sus conversaciones con Trump ni con su crédulo enviado de paz, Steve Witkoff, Putin ha dado señales de estar dispuesto a hacer concesiones reales. Todo lo que dice y hace Putin apunta en el mismo sentido, que son sus exigencias maximalistas: que Ucrania ceda el territorio del Donetsk que Rusia no logró conquistar, que quede excluida a perpetuidad de la OTAN, que limite el tamaño de sus fuerzas armadas, que se prohíba la instalación de una fuerza occidental de mantenimiento de la paz en su territorio y que en el gobierno de Kiev se instale un régimen títere prorruso.
Pedaleando en el aireMuchas de esas exigencias de Rusia figuraban en el plan de paz de 28 puntos que la Casa Blanca presentó en noviembre y que vino acompañado por un ultimátum de Trump: si Zelensky no aceptaba antes del Día de Acción de Gracias, Estados Unidos le cortaría toda la ayuda restante a su país. Ucrania y sus aliados europeos se quedaron entendiblemente desconcertados por el plan presentado por Estados Unidos, que le regalaba al Kremlin una victoria que no había obtenido en el campo de batalla. Y lo que viene ocurriendo desde el Día de Acción de Gracias es el frenético intento de Ucrania y sus partidarios de lograr que la Casa Blanca suavice sus demandas.
Zelensky parece haber tenido cierto éxito en su objetivo, con la crucial ayuda del secretario de Estado, Marco Rubio, menos susceptible a la desinformación de Putin que Trump o Witkoff. (En una muestra de pasmosa ingenuidad, el domingo Trump declaró: “Rusia quiere que a Ucrania le vaya bien”.)
En lugar del “plan de paz” pro–Kremlin de 28 puntos, el gobierno ucraniano elaboró, en cooperación con representantes norteamericanos, un plan de 20 puntos con el que los ucranianos probablemente estarían más dispuestos a conformarse. El nuevo plan no incluye ninguna promesa de entregarle a Rusia las partes del Donetsk que no conquistó, pero sí figura la voluntad de crear una especie de zona desmilitarizada y un retiro de las fuerzas rusas y ucranianas del frente.
Otras concesiones de Zelensky incluyen la oferta de celebrar elecciones presidenciales poco después de la firma del acuerdo y aceptar limitaciones en el tamaño de las fuerzas armadas ucranianas (aunque mucho menos de lo que Putin querría). A cambio, en vez de la membresía en la OTAN, Zelensky quiere garantías de seguridad de Estados Unidos equiparables al Artículo 5 de la Alianza Atlántica, para disuadir a Rusia de futuras agresiones armadas.
Cuando Trump y Zelensky hablan de “avances”, se refieren a ese plan de 20 puntos, pero el problema es que no hay el menor indicio de que Putin esté de acuerdo con nada de todo esto. De hecho, ni siquiera quedó claro si Putin habría aceptado el plan anterior de 28 puntos, porque no incluía toda su lista de deseos. Por ejemplo, no les exigía a los aliados de Ucrania que suspendieran toda ayuda en materia de seguridad.
Es casi seguro que el Kremlin rechazará que Ucrania reviva garantías de seguridad de Estados Unidos. Y a su vez es improbable que Ucrania le ceda a la ocupación rusa las partes del Donetsk que no conquistó, ya que le darían a Putin una posición ventajosa desde la cual lanzar una futura invasión.
Así que durante todo el año abundaron los gestos de paz, pero sin ningún avance real. ¿Y cómo podría haberlo si las principales negociaciones se llevan a cabo entre Kiev y Washington, y no entre Kiev y Moscú? Lo que están haciendo Putin y Zelensky es simplemente derivar la culpa del fracaso de las negociaciones: ambos quieren que Trump le eche la culpa al otro.
Desde esa perspectiva tan acotada, la cumbre del domingo en Mar-a-Lago puede ser considerada un éxito, porque Trump fue amable con Zelensky y no lo culpó por la falta de avances, como sí lo ha hecho en el pasado. Y por el momento, la ayuda de Estados Unidos a Ucrania –que consiste en proporcionarles inteligencia y venderles armas a los europeos para que ellos se las entreguen a Kiev– seguirá siendo limitada. Y también seguirán en pie las sanciones de Estados Unidos a Rusia, que suponen una enorme carga para su economía.
Pero no hay que confundir avances para frenar la traición de Estados Unidos hacia Ucrania con avances para ponerle fin a la guerra. El conflicto solo terminará cuando Putin esté convencido de que no puede lograr sus objetivos militares. Hasta no llegar a ese punto, las negociaciones de paz no irán a ninguna parte.
Traducción de Jaime Arrambide