Un experimento de ecología urbana, memoria y recuperación
La tierra es el mensaje. El manifiesto que el artista paquistaní- norteamericano Asad Raza (51) plantó en pleno microcentro es de alto impacto. No por su despliegue tecnológico, cercano a cero, ...
La tierra es el mensaje. El manifiesto que el artista paquistaní- norteamericano Asad Raza (51) plantó en pleno microcentro es de alto impacto. No por su despliegue tecnológico, cercano a cero, ni por la pretensión de viralizarse. La instalación Intermedio interpela desde varios sentidos. En el flamante espacio de arte Azotea, ubicado en el cuarto piso del Edificio Thompson, en Av. Córdoba 543, Raza cavó canaletas para recuperar un sistema de aislación térmica tan antiguo como el edificio de la mueblería icónica que hoy ocupa la Galería Buenos Aires. A lo largo de este descubrimiento arqueológico que el artista dejó al descubierto crecerán distintos brotes de plantas autóctonas hasta marzo de 2026, cuando finalice esta intervención que irá mutando con el tiempo.
Al aislamiento y comunicación de estas viejas canaletas, ahora el cultivo propone un diálogo en tiempo real. Un gesto poético que, a medida que las plantas crezcan y echen raíces, reformularán la instalación artística
La mueblería Casa Thompson dejó su impronta en un catálogo variado de bibliotecas, sillas y escritorios desde 1914. Hoy, en el mismo lugar, el nuevo laboratorio de residencias artísticas le inyecta una dosis de esperanza y revitalización a la zona. En pleno microcentro, el área revive poco a poco gracias a proyectos impulsados por las nuevas generaciones.
Después de que el ascensor industrial suspendido en el tiempo llega a destino y se abren sus puertas metálicas corredizas, todo el paisaje cambia. La planta libre, blanca y minimalista, estrena su nueva piel con la obra de Asad Raza, una propuesta que dialoga con la arquitectura y la ecología subterránea del Edificio Thompson, que responde al estilo inglés de estilo eduardiano. Fue construido en 1914 por los arquitectos británicos Sydney Follet y James Farmer. En la galería actual los comercios perdieron el brillo frente a las luces de las Galerías Pacífico que se alzan, imponentes, justo enfrente.
Entre las soluciones de arquitectura que aplicaban muchos edificios porteños de la época era muy común el uso de tierra como estrategia aislante. En este complejo, además de usar esta receta, también se excavaron canales en el suelo para instalar infraestructura de telecomunicaciones. Cables y alambres, sobre todo.
La decisión de reactivar esta infraestructura olvidada cubierta por cemento no solo rescata parte de la historia de la exmueblería, sino que suma una capa más a la historia: una nueva red ecológica dentro del espacio. Así, Intermedio, la expo, funcionará como una suerte de vivero lineal donde se podrá ver cómo crecen estos brotes desde el invierno al otoño, pasando por la primavera y el verano.
Al aislamiento y comunicación de estas viejas canaletas, ahora el cultivo propone un diálogo en tiempo real. Un gesto poético que, a medida que las plantas crezcan y echen raíces, reformularán la instalación artística. “La obra revierte la lógica de extracción e interrupción. En lugar de canalizar la información a través de la tecnología, la exposición canaliza la vida, conectando la botánica, la historia y la memoria urbana en una forma de regeneración lenta y metabólica”, señala Martín Touzón, el director artístico de Azotea, que junto a Victor López Zumelzu, convocaron a Asad Raza a través de un mensaje por Instagram.
“Conocíamos su trabajo y le contamos que la idea surgió a partir de la tierra que encontramos debajo del piso de cemento. Desde entonces los conceptos de horizontalidad, rotura, colaboración y germinación fueron tomando una forma metafórica relacionadas con el mismo proyecto de Azotea, apunta Touzón, sobre esta plataforma autogestionada que se sumerge en la exploración. Y agrega: “Nos interesa la relación entre arte, literatura, pedagogías radicales, arquitectura, comunidad y ecologías urbanas. En este sentido, la obra activa materiales vivos —suelo, agua, plantas y cuidados— para ensayar formas de cohabitación entre cuerpos, edificios e infraestructuras”, señala.
La elección del artista no es aleatoria ya que Raza utilizó la tierra como materia central en otras ocasiones. Su proyecto Absorción (encargado en 2019 por Kaldor Public Art, Sidney) invitaba al público a llevarse a casa “neo-suelo” artificial cultivado en galerías de todo el mundo.
La curiosidad por explorar los entornos naturales y su impacto en los sistemas urbanos surge de la infancia de Asad: “Me crie en los suburbios de Búfalo, (al oeste del estado de Nueva York). Un lugar donde probabas un chicle con sabor a frutilla antes de probar una frutilla de verdad. Y un lugar donde la gran ciudad, donde pasaban las cosas reales, se sentía lejana”, dice el autor de Diversión, una obra monumental que desvió el curso de un río como parte de la performance. En 2022, la Kunsthalle Portikus, una reconocida sala de arte contemporáneo de Frankfurt, lo invitó a plasmar sus ideas. “Esta pequeña isla por donde fluye el río Meno me pareció el lugar indicado para pensar cómo casi todas las ciudades del planeta están construidas sobre ríos. Y los ríos son protagonistas centrales del planeta, pero ya no interactuamos directamente con ellos”. Dentro de la sala, el agua fue sometida a un proceso de filtración y se le añadieron minerales para potabilizarla. El resultado: una experiencia interactiva donde los visitantes se mojaban los pies, tomaban agua y exploraban la relación con la naturaleza.
Otra de sus intervenciones urbanas fue la obra Sin título (trama para diálogo), donde el público jugaba al tenis en una iglesia del siglo XVI, en Milán, rodeado por frescos renacentistas. Y antes de llegar a Buenos Aires, Raza formó parte del programa de Frieze Nueva York 2025. Espiral Inmortal fue la instalación participativa creada en el High Line con plantas, esquejes y recortes en este tramo elevado de la línea West Side del Ferrocarril Central de Nueva York, que se transformó en un parque público único. Raza invita al espectador a “encuentros temporales y metabólicos, donde el cuidado y la convivencia potencian el elemento central de la experiencia expositiva”, señala Touzón, el artista argentino que dirige Azotea.
Para Raza se trata de crear obras de arte “en forma de sistemas vivos. Obras que cambian, que canalizan energía, que viven”. Entre las semillas que plantó en las canaletas de la exmueblería figuran 10 plantas nativas y una paquistaní. Las lentejas rojas, conocidas como dal, ya brotaron en el microcentro porteño con la fuerza de su propia historia familiar. La mamá de Raza era obstetra y ginecóloga en la clínica pública de Búfalo, “pero también era una gran cocinera. Cuando me mudé a mi primer departamento de Nueva York, en 1993, mi mamá me enviaba recetas manuscritas por correo. La primera fue la del dal, que se usa en casi todas las comidas paquistaníes, a base de lentejas rojas. Compré una olla en un almacén y ese fue el primer plato que aprendí a cocinar”, recuerda el artista interdisciplinario. “La intimidad colectiva, relacionarse con los demás como la forma más alta de vida, y el valor de expresar el duelo, son elementos que vienen de mi familia. Después los vi en otras culturas, pero quizá no en la cultura estadounidense dominante en la que crecí”, señala sobre la influencia paquistaní en su camino.
La lista de las plantas autóctonas seleccionadas va desde la enredadera del mburucuyá, la carqueja y el espinillo, hasta la hierba conocida como “Amor Seco”, la anacahuita y la vara dorada. Muchas de ellas cuentan con propiedades medicinales ancestrales. El crecimiento tomará el tiempo que cada especie necesite para crecer, aunque Raza proyectó un render con plantas trepando por las columnas de la galería. “Imagino un jardín verde que crece en este espacio con tanta historia”, dice el artista formado en literatura y cine en la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore, y en la Universidad de Nueva York. Y señala que la tierra que ahora cubre esos antiguos canales está mejorada, y cuenta con nutrientes.
“Era puro polvo”, recuerda Touzón, que junto al resto de los artistas explica la propia semilla de Azotea. “Toma la herencia experimental del centro porteño de los 60 y los 70; y se reinventa con ideas de apertura, hospitalidad, flexibilidad, movilidad, humildad y sostenibilidad. El sitio alberga prácticas institucionales híbridas, multidimensionales. Desarrolla y prueba modelos institucionales para dar cabida y dar forma a los campos de las artes y sus procesos, que evolucionan dinámicamente y que están comprometidos discursiva y socialmente”.
Contrapisos como canales de la historiaPara la arquitecta Mariana Quiroga, directora de la Diplomatura de Conservación y Patrimonio de la Universidad de Morón, “el uso de tierra o barro era habitual en los contrapisos. También se usaba como relleno para nivelaciones internas en edificios entre los siglos XVIII y XIX. La técnica fue muy extendida antes de la generalización de materiales como la cal hidráulica o el cemento”, apunta sobre el particular hallazgo en el Edificio Thompson.
Mientras el 20 de agosto, el día de la inauguración, apenas asomaban unas pequeñas hojitas, los artistas de la galería son testigos del crecimiento de este dispositivo performático que seguirá su curso natural hasta el 31 de marzo de 2026. En las vetas de arquitecturas históricas brotan ahora las plantas nativas que revitalizan el edificio, regenerando memoria urbana en formato metabólico. Con luz natural, rodeadas de talleres de artistas, en un área central de la ciudad y con el impulso de una nueva generación de talentos que apuesta por dinámicas colaborativas, abiertas y atentas a las nuevas tendencias. El Edificio Thompson, un hito de Buenos Aires, cambia de piel a partir de una experiencia viva –un ritual cotidiano: regar– que se adapta a su viejo esqueleto. Hoy, Azotea se proyecta como un espacio innovador en constante transformación. Un ecosistema alternativo para el arte contemporáneo.