Un “sí, quiero” con mayonesa
NUEVA YORK.- Vivir en Estados Unidos implica que esta cronista no puede desentenderse de lo que parece ser la única noticia que verdaderamente importa: Taylor Swift se comprometió. El anuncio, co...
NUEVA YORK.- Vivir en Estados Unidos implica que esta cronista no puede desentenderse de lo que parece ser la única noticia que verdaderamente importa: Taylor Swift se comprometió. El anuncio, como era de esperar, pulverizó récords digitales. El post compartido con su novio, el futbolista de los Kansas City Chiefs Travis Kelce, superó los 14 millones de “me gusta” en apenas una hora, se convirtió en una de las publicaciones más replicadas de Instagram y alcanzó un millón de republicaciones en menos de seis horas. Fox News interrumpió su cobertura política para dar la primicia en vivo. Y, como si todo esto no bastara, hasta Donald Trump —antiguo antagonista de Swift— felicitó públicamente a la pareja, calificando a Kelce como “un tipo sensacional”.
Los ejemplos menos glamorosos también abundan —se dice que Taco Bell le pagó a Selena Gomez para que sus cajas de comida rápida mexicana aparecieran en el picnic donde Benny Blanco le dio el anillo—, pero que todo gire en torno a un aderezo es una novedad
Y, sin embargo, otra boda —entre completos desconocidos y reportada apenas como curiosidad en un matutino económico— fue la que capturó el corazón y el alma de esta cronista. Se trató de un casamiento temático entre dos fanáticos de la mayonesa, abiertamente esponsoreado por Hellmann’s. Un gesto de transparencia en un ecosistema donde las bodas por canje existen desde hace décadas entre celebridades, pero que en tiempos de influencers adquirieron proporciones estratosféricas. Basta recordar el matrimonio de Nick Jonas y Priyanka Chopra, en el que Tiffany organizó hasta la despedida de soltera de la novia, o el de Kourtney Kardashian y Travis Barker en la mansión de Dolce & Gabbana en Portofino.
Los ejemplos menos glamorosos también abundan —se dice que Taco Bell le pagó a Selena Gomez para que sus cajas de comida rápida mexicana aparecieran en el picnic donde Benny Blanco le dio el anillo—, pero que todo gire en torno a un aderezo es una novedad. Y, encima, en beneficio de dos desconocidos que nunca hubieran podido costear su fiesta. Según relató The Wall Street Journal, todo comenzó cuando Heather Schroering y Nick Phillips respondieron a una convocatoria que pedía “parejas amantes del pollo rebozado dispuestas a casarse para un comercial de aderezo”. A cambio de dejar que la mascota de la marca, Manny Mayo, les pidiera el “sí, quiero”, la firma ofrecía un estipendio, la fiesta y —textual— una vida de felicidad bañada en mayonesa.
Lo curioso es que la historia de los contrayentes parecía genuina desde el inicio. En el video que enviaron para postularse, contaban que se habían unido por su rechazo compartido a los sándwiches secos y que cada Navidad ella prepara un adorno alusivo a algún aderezo para el arbolito. En la audición, además, mostraron un anillo de cebolla colocado en un chicken finger, prueba de su compromiso tanto con la broma como entre ellos.
El día de la ceremonia, una invitada vació un frasco de mayonesa y lo transformó en cartera. Manny Mayo, enfundado en su disfraz de botella gigante, declaró: “Como el pollo y la mayonesa, el matrimonio es la unión de dos sabores especiales que simplemente funcionan juntos”. El público, entre torres de chicken tenders, respondió con un espontáneo “Ayyyyy”.
Por supuesto, no todos se conmovieron. En los comentarios de lectores del Journal abundaban las quejas por la desacralización de la institución matrimonial. Otros, más pragmáticos, recordaban que si en Las Vegas uno puede casarse con un Elvis de utilería, ¿qué diferencia hay con una mayonesa oficiando?
Lo cierto es que aquí no hubo nada oculto ni pretencioso. La industria nupcial, tal como suele aparecer en los medios, se volvió muchas veces un teatro de consumo conspicuo disfrazado de autenticidad. Este caso —hasta qué punto, claro, es debatible— se redime porque ofreció lo contrario. La autenticidad del disparate asumido con gracia. Puro goce, sin pose.
Taylor Swift, desde luego, no necesita auspiciantes para celebrar a lo grande. Pero para el resto del mundo quedó sentado un precedente, y Hellmann’s es una marca global. ¿Quién sabe? Tal vez en la Argentina algún ejecutivo de marketing también ya haya tomado nota de la nota del Journal.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/un-si-quiero-con-mayonesa-nid14092025/