Un valioso tesoro de Bob Dylan se revela en Buenos Aires
Febrero de 1964, Brooklyn. En su pequeño departamento, el fotoperiodista de 31 años Daniel Kramer se queda de una pieza ante la imagen en blanco y negro que transmite el televisor sintonizado en ...
Febrero de 1964, Brooklyn. En su pequeño departamento, el fotoperiodista de 31 años Daniel Kramer se queda de una pieza ante la imagen en blanco y negro que transmite el televisor sintonizado en el Steve Allen Show de la cadena ABC. Se trata de un joven cantautor que se hace llamar Bob Dylan, rasguea la guitarra sin demasiada técnica y con voz nasal, rústica, relata una historia de odio racial, “The lonesome death of Hattie Carroll”, incluida en su segundo álbum The Times They Are A-Changin.
Los tiempos, en efecto, estaban cambiando en los Estados Unidos apenas recuperados del magnicidio de JFK y en la antesala de la contracultura y Kramer supo que tenía que salir con su cámara Nikon a retratar a esa voz que nunca antes había escuchado y que cantaba sobre cosas que hasta entonces la música popular no se atrevía. “No lo conocía ni por su nombre, pero quedé atrapado por el poder de la indignación social del mensaje de esa canción y por cómo Dylan reportaba como un cronista desde su música y sus letras”, explicaría medio siglo después Kramer a la revista Time. Así fue como decidió acompañar al joven talento folk allí donde fuera posible.
Julio de 2025, Buenos Aires. En el lomo de una caja de papel fotográfico Kodak todavía es visible la leyenda “Prints to file-Dylan” (impresiones para archivar-Dylan) escrita en fibrón negro sobre un trozo de cinta aisladora blanca. Es la letra de Daniel Kramer, quien murió el 29 de abril de 2024 en un geriátrico de Manhattan sin descendencia directa. El contenido de esa caja son treinta impresiones vintage (todas primeras copias) en gelatina de plata de los 366 días en los que Kramer acompañó a Dylan entre 1964 y 1965 captando su tránsito de cantautor e intérprete folk a ícono de la cultura pop y de la guitarra acústica al formato de solista acompañado por una banda de rock. Según el ojo experto de Jeff Rosenheim, curador de fotografía del Metropolitan Museum, vale unos 900 mil dólares. Qué curioso. Rosenheim curó la exposición de Diane Arbus en el Malba en 2017 y Kramer aprendió el arte de revelar en el mismísimo taller de una de las artistas que redefinió la fotografía en el siglo XX.
La caja de Kodak con el tesoro fotográfico de Bob Dylan está ahora mismo en la planta baja de Retiro donde vive Sebastián Alderete, director de la galería The Music Photo Gallery con sedes físicas en San Pablo y Nueva York.
¿Qué hacen estas cajas Kodak que testimonian uno de los años más trascendentes en la historia de la música pop en Buenos Aires? En una carta mecanografiada que Alderete acerca junto al tesoro Kramer (otras dos cajas tienen copias posteriores de las mismas fotografías) está la respuesta. Con fecha del 7 de febrero de 2023, el fotógrafo escribe a David Walker, uno de los mayores coleccionistas del universo Dylan que vive en Londres. Se lee allí: “Quisiera expresarle mi más sincera gratitud por su reciente adquisición de una sustancial colección de mis impresiones vintage facilitadas por mi agente Sebastián Alderete a través de su compañía The Music Photo Gallery”.
La firma manuscrita al pie de Kramer es como el certificado de misión cumplida de Alderete, el joven art dealer que vio un nicho de mercado en la fotografía de rock en 2010 pero que es pianista de jazz y se ha puesto guantes blancos, como los que se ven en los remates internacionales, para manipular el material rodeado de otras copias enmarcadas de estas fotos cotizadas entre los diez y quince mil dólares. También enmarcada está aquí la fotografía original de la tapa del primer LP de The Ramones, una imagen icónica a cargo de Roberta Bayley, quien documentó como nadie la escena punk de Manhattan a mitad de los 70. Espera por su comprador, un tal Dave Grohl, el locuaz ex batería de Nirvana que dejó una seña de cinco mil dólares para llevársela en su paso por Buenos Aires con Foo Fighters en 2018. “Nunca terminó de pagarla ni tampoco mandó a alguien a buscarla”, asegura Alderete que también representa a Bayley y cotiza esta foto en 50 mil dólares.
Así las cosas, Alderete y su galería se hicieron un lugar en el mercado de la fotografía de rock monopolizado por años por la galería neoyorquina Morrison Hotel (nombre inspirado por el cuarto álbum de los Doors). Con participación en las principales ferias de fotografía del mundo, el galerista no tardó en conocer al coleccionista David Walker quien le hizo un encargo muy especial. Dar con el paradero de Kramer y este testimonio sobre el año bisagra de Dylan cuyas escenas habían circulado en un libro de autor hacia 1968 luego republicado por Taschen como Bob Dylan. A year and a day. Kramer llevaba ya más de veinte años retirado y, desde la muerte de su esposa se había vuelto inaccesible. Alderete viajó entonces a Nueva York en plena pandemia para buscarlo con apenas un teléfono que nunca contestaba las llamadas. Recurrió a Bob Gruen, otra leyenda de la fotografía de rock, como mediador. Para tomarle el peso, alcanza con decir de Gruen que es el autor del icónico retrato de Lennon con la frase “New York City” estampada en una musculosa blanca. La insistencia de Alderete fue tal que el viejo Kramer sintió que el argentino era su reflejo de mitad de los 60. “Al final me recibió en su departamento a dos cuadras del Central Park porque le recordaba a él mismo con Dylan antes”, le dice a La Nación. Esto es que en 1964 Kramer llamó una y otra vez a la oficina de Albert Grossman (1926-1986) ofreciendo su servicio para el safari Dylan y la respuesta siempre fue “no”. Pasaron seis meses hasta que un día el mismo Dylan pidió conocer al fotógrafo e iniciaron una relación estrecha cuyo resultado son muchos de los mejores retratos de juventud del compositor, activo todavía a los 84 años.
Entre las fotos del año y un día que Kramer pasó con Dylan están las que terminaron siendo las tapas de dos de sus mejores álbumes en 63 años de arte y vida: Bringing it all back home y Highway 61 Revisited, ambos de 1965. La original en color de Bringing it all back home ya era propiedad del coleccionista Walker cuando el dealer argentino llegó al departamento de Central Park donde vivía Kramer en 2020.
En esa colección inglesa sobresale un retrato de Dylan hecho por Richard Avedon que Alderete estima en 500 mil dólares (el récord es para una fotografía de Man Ray subastada en 2022 en 12 millones y medio por Christie’s).
El galerista busca ahora posicionar el legado de Kramer a través de una compra institucional (el MET es un destino posible) o a través de una subasta especial que Sotheby’s dedicará a Dylan en 2026. Antes de recalar en este departamento clásico reconvertido en loft en Retiro, el tesoro Kramer se exhibió en Photo London, una de las ferias más importantes en el circuito fine arts de la fotografía. Alderete trabajó en su stand con la curadora británica Gail Buckland, autora del imprescindible libro Who shot rock and roll, y una de las pocas teóricas dedicada a la fotografía de rock.
Desde Londres, Buckland explica la importancia que tiene el contenido de esta caja Kodak con treinta prints de las 1500 fotografías que Kramer le hizo a Dylan en esos 366 días. “Cuando se hicieron estas fotos Kramer ya era un maestro en su oficio mientras que Dylan estaba perfeccionando el suyo. Establecieron una conexión única que le permitió a las siguientes generaciones de fans apreciar su personalidad, vitalidad y concentración. Ningún otro fotógrafo tuvo entonces ese acceso a Dylan. Roland Barthes ha escrito que la fotografía siempre es acerca del pasado, de algo que ya sucedió. Yo prefiero decir que las fotos que Kramer hizo de Dylan son acerca del futuro, del advenimiento. Porque muestran su potencial y porque lo vemos como el ser humano extraño que todos sabemos que es”.
De toda esta serie, Buckland elige una secuencia con Dylan al piano y celebra que la fotografía dedicada a los músicos se haga un lugar en el arte. “Una gran fotografía es una gran fotografía sin importar el tema. Por demasiado tiempo, la fotografía de música quedó por fuera del canon de la fotografía de arte. Es algo ridículo. Estas fotos de Dan Kramer son una contribución muy importante a la historia de la fotografía, de la música y la cultura toda”.
Y es que hay algo del orden de lo aurático que emerge cuando Alderete descubre la tapa de la caja Kodak. Dylan parece presente y el brillo del contraste en blanco y negro se mantiene intacto. “Una inteligencia artificial podría hoy hacer un disco que no existe de Bob Dylan pero no hay manera de hacer una copia vintage de Kramer”, reflexiona el galerista mientras pasa una tras otra estas primeras imágenes reveladas en un cuarto oscuro de Brooklyn.
Rara pirueta del destino llevó a que este trabajo modélico pase por la ciudad de Buenos Aires sesenta años después. Aunque los sobrinos del fotógrafo deciden los derechos de publicación de las fotos, el mismo maestro le cedió en vida al argentino la responsabilidad de seguir exhibiendo y comercializar su obra. El actual management de Dylan, asegura el galerista, está al tanto de la situación. ¿Y Bob? Como dice la canción popular, se sabe que es muy sincero y no dice nada. Y quizás sea mejor así.