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Una concierto que se ubicó en el extremo contrario de todos los lugares comunes

Estonian Philharmonic Chamber Choir y la Sinfonietta Tallinn Director: Andrés Kaljuste. Programa: Obras de W.A. Mozart -Adagio y Fuga en do menor K.546 y Ave Verum Corpus K.618-. Y de Arvo Pärt -...

Una concierto que se ubicó en el extremo contrario de todos los lugares comunes

Estonian Philharmonic Chamber Choir y la Sinfonietta Tallinn Director: Andrés Kaljuste. Programa: Obras de W.A. Mozart -Adagio y Fuga en do menor K.546 y Ave Verum Corpus K.618-. Y de Arvo Pärt -...

Estonian Philharmonic Chamber Choir y la Sinfonietta Tallinn Director: Andrés Kaljuste. Programa: Obras de W.A. Mozart -Adagio y Fuga en do menor K.546 y Ave Verum Corpus K.618-. Y de Arvo Pärt -Stabat Mater, Which Was the Son of… Cantus in Memoriam Benjamin Britten y Adam’s Lament. Mozarteum Argentino en el Teatro Colón. Nuestra opinión: Excelente

En el extremo contrario de todos los lugares comunes en la música. Allí se ubica el concierto ofrecido por el Mozarteum presentando en el cierre de su temporada al Estonian Philharmonic Chamber Choir junto a la Sinfonietta Tallinn bajo la dirección de Andrés Kaljuste. Una noche excepcional que, tal como lo prometían el programa y la calidad de sus intérpretes, más que una exhibición del arte más fino, se transformó en una experiencia sonora y espiritual poco vista en nuestro medio, una experiencia más cercana, paradójicamente, al silencio y la quietud.

Fue una noche excepcional por el recogimiento y por el carácter sacro del programa en celebración del aniversario número 90 de Arvo Pärt con piezas significativas de quien está considerado en todo el mundo uno de los compositores más originales y requeridos de nuestro tiempo (inexplicablemente ignorado en las programaciones locales). Menos el Adagio y Fuga de Mozart en la apertura (una obra tardía de carácter fuerte donde el ensamble instrumental se lució con uno de sus mejores atributos: la pureza del sonido, impecable en el contraste de cantabiles y staccatos al unísono), el repertorio completo estuvo dedicado a temas religiosos de inspiración medieval. A composiciones en torno a la figura de la Madre y Jesús en la primera parte (Stabat Mater y Ave Verum Corpus) y a la figura del Padre, en la segunda (Wich Was the Son of… Cantus in Memoriam Benjamin Britten y el Lamento de Adán), con un tipo de desarrollo programático construido sobre la coherencia de los textos y los mensajes finales.

Excepcional porque dicha selección no fue indulgente para con el público al que se le requirió una alta cuota de concentración y paciencia, recompensadas con momentos de exquisitez tímbrica. Y porque no hubo concesiones de ningún tipo. No hubo melodías fáciles ni ampulosas, dramas superficiales ni finales fuertes. Un minimalismo lleno de sentido y razón de ser. Esto en cuanto a la forma y al contenido.

En cuanto a la ejecución, varios aspectos sobresalientes. El más destacado: la identidad de ese tipo de sonido atemporal, “blanco y liso” que demanda la música del compositor estonio, un sonido austero, vacío de excesos y melodramas, orientado a la exploración tímbrica más que a la acción del discurso musical. Tal el caso del coro a cappella Wich Was the son of… donde la simpleza y calidez del himno tipo gospel adquiere su poder en la repetición o del Cantus in Memoriam… donde la acumulación de los armónicos en las cuerdas sumada a la reverberación “celestial” de la campana, logra un efecto ritual sobrecogedor. El primero en la voz, el segundo en las cuerdas.

Y la fusión de todas esas fuerzas en el conjunto de una obra grandiosa, la más extensa del programa, el Lamento de Adán. A diferencia de la primera parte donde la interpretación recayó en las etéreas voces femeninas (“el territorio de la Madre” como explicó el director Andrés Kaljuste en su entrevista con LA NACION), particularmente en la soprano solista de sobreagudos angelicales, en la obra medular de la segunda parte, el protagonismo fue cedido a las voces masculinas (“el territorio del Padre”) y a las cuerdas que desplegaron un amplísimo espectro de recursos a lo largo de las secciones que narran la pena y la culpa de Adán en nombre de la Humanidad toda. Una música austera y contemplativa ofrecida en una versión sublime.

Como pieza fuera de programa: la delicadísima Canción de cuna de Estonia para coro femenino y cuerdas, también de Pärt, un final cristalino para volver a la dimensión humana.

Párrafo aparte el brillante desempeño de Andrés Kaljuste cuya precisión, variedad de gesto y sensibilidad constituyeron un espectáculo en sí mismo, una clase maestra del rigor, la sobriedad, el gusto y el refinamiento con que el oficio de la música es transmitido en las academias de las que se precia discípulo (Sibelius de Helsinki y Hans-Eisler de Berlín). De chaqueta negra y cuello Mao, condujo a sus músicos como un guía espiritual. Como el sacerdote que proclama la palabra de Dios, Kaljuste la de Estonia, en lo más excelso de su arte.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/una-concierto-que-se-ubico-en-el-extremo-contrario-de-todos-los-lugares-comunes-nid25112025/

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