Vélez gritó campeón y encontró un haz de luz en medio de la niebla para ganar la Supercopa Internacional
La primera foto del segundo semestre del fútbol doméstico, la que debe vender “el producto”, está lejos, demasiado, de tratarse de una imagen saludable para el universo de la pelota en estas...
La primera foto del segundo semestre del fútbol doméstico, la que debe vender “el producto”, está lejos, demasiado, de tratarse de una imagen saludable para el universo de la pelota en estas tierras. Ni la pretenciosa denominación de “Supercopa Internacional“ logró maquillar el asunto. Correr y raspar resultaron la moneda corriente. Los pelotazos y la imposibilidad de hilvanar cuatro pases, la bandera del duelo que puso frente a frente al mejor de la tabla anual del año anterior y el ganador del Trofeo de Campeones 2024. Estudiantes y Vélez, en el estadio de Independiente, ofrecieron una versión que poco tiene que ver con la promoción constante de que se trata del fútbol de los campeones del mundo.
Es una estrella más para Vélez, porque esta definición se creó para sumar atractivos al fútbol local. Esa fue la idea de la AFA cuando se reunió en 2022 con emisarios de Abu Dhabi: tener un torneo de jerarquía que permitiera a los equipos del orden local sumar trofeos a sus vitrinas y engrosar sus billeteras, porque la AFA percibiría un ingreso fijo en dólares, que repartiría entre los clubes participantes. Pero aquello de que se trate de una definición de alto vuelo quedó casi en un segundo plano en Avellaneda, más allá del 2-0 del Fortín sobre el equipo platense.
Ni el morbo de ver a los mellizos Barros Schelotto en el banco de los suplentes de Vélez enfrentándose con Estudiantes pagó la entrada. Tampoco el debut del uruguayo Fernando Muslera en el arco del conjunto pincharrata resultó un elemento distintivo, en una definición que pretendía levantar el telón del segundo semestre (el fin de semana comenzará el Torneo Clausura) con un espectáculo caliente. En realidad, resultó frío y ni siquiera la niebla disimuló lo poco que propusieron los dos equipos.
Y todo, en el contexto de un estadio casi vacío: demasiado doloroso para los ojos de los que intentan convencerse de que este tipo de citas potencia la propuesta. El segundo tiempo hasta quedó condicionado a la visibilidad de los futbolistas, porque la niebla bajó por completo sobre el campo de juego y complicó a los arqueros Muslera y Tomás Marchiori.
En medio de esa escena tan extraña, fue Vélez el que tuvo algo de claridad para encontrar una acción asociada, una bocanada de aire entre tan poco oxígeno futbolístico. Tres pases consecutivos, y en un anticipo Tomás Galván rompió con la monotonía de un partido más interesante por sus particularidades climáticas que por lo que ambos equipos hicieron con la pelota.
Incluso, en un contexto en el que pesó más el músculo que la cabeza para jugar al fútbol, las miradas estuvieron más pendientes de qué determinación podía tomar Darío Herrera sobre la continuidad del partido. Tan complejo resultó el desarrollo por la interferencia de la niebla que Santiago Ascacibar advirtió a sus compañeros que no había asistencia del VAR, ya que ni aun con la tecnología se podía discernir correctamente en las acciones controvertidas.
Y como casi en todo el encuentro, una acción individual fue lo que cambió la situación. Una corrida de Maher Carrizo, en la que el delantero de Vélez intentó romper la resistencia de Estudiantes, se enredó ante la oposición de Gabriel Neves, que despejó a la altura de lo que fue el juego. El defectuoso rechazo encontró bien ubicado a Braian Romero, que sí consiguió darle vuelo a su definición: sacó un bombazo de derecha que el esfuerzo de Muslera no alcanzó a desbaratar, y festejó el conjunto de Liniers.
El desenlace resultó de más roce que juego, porque Estudiantes quería evitar dar un primer paso con una derrota habiendo un trofeo en juego, y Vélez intentó cuidar ese haz de luz que encontró entre la tiniebla futbolística que resultó esta Supercopa Internacional. Pero para los de Liniers, en especial Guillermo y Gustavo Barros Schelotto, apenas será un detalle que el Fortín no haya jugado casi sin brillo, porque habrá tiempo para mejorar. Este martes en Avellaneda sólo importó el premio mayor, el primer trofeo de los mellizos en la V.
En un contexto en el que el fútbol argentino se conforma con la pasión que desparrama por el mundo, lo que ofreció Vélez le resultó suficiente como para pavonearse y gritar campeón en el Libertadores de América.