Viven hacinados, sin servicios básicos y tienen miedo a que su casa se prenda fuego
Los Santillán viven, o sobreviven, entre la chatarra, en un rancho levantado con ladrillos, palos y plásticos en el paraje Los Tigres, en el monte santiagueño. Sobre el piso de tierra, sin puert...
Los Santillán viven, o sobreviven, entre la chatarra, en un rancho levantado con ladrillos, palos y plásticos en el paraje Los Tigres, en el monte santiagueño. Sobre el piso de tierra, sin puertas ni ventanas, pasan sus días expuestos al calor, al frío, a las picaduras de arañas y víboras, y al Chagas. A este matrimonio, sus 13 hijos y tres nietos, les falta de todo. Son dieciocho personas que duermen en siete camas en un revoltijo indomable de colchas.
Como ellos, son muchas las familias del país que viven en ranchos que apenas se sostienen en pie, hacinados, sin baño y sin acceso a luz eléctrica ni agua potable. Según datos oficiales, solo 1 de cada 3 personas tienen acceso a una vivienda adecuada.
En el recorrido que Hambre de Futuro realizó por las 24 provincias argentinas pudo visibilizar que el déficit habitacional es un tema urgente para las infancias: en el norte, por las altas temperaturas y la falta de acceso a agua potable. En el sur, por las enormes dificultades que tienen los padres para calefaccionar sus viviendas precarias y que sus hijos se enfermen. En estos contextos, una ducha caliente es un lujo que no pueden darse: Nasael Anaya recién pudo bañarse con vapor a los 7 años, en la escuela albergue a la que asiste en la zona de Lipetrén Chico, en Río Negro. En Tierra del Fuego, las familias de los asentamientos tienen prendidas las hornallas todo el día para calefaccionar el único ambiente de la casa. En Santa Cruz, por ejemplo, Santino Meza vive con miedo a que su casa se prenda fuego por un cortocircuito en el barrio Madres a la Lucha.